Era un maravilloso verano. El sol estaba radiante. El clima era cálido. Los días eran tan largos que parecían interminables. Así que los padres de Pablo y Lucas les propusieron ir a la playa. Ellos, sin dudar, aceptaron. Camino a la playa los niños estaban muy emocionados.
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Al llegar, los niños se desmontaron del carro casi sin esperar que el padre estacionara el vehículo. Cuando los pequeños vieron esa hermosa pradera azul y la suave arena, empezaron a construir castillos, a enter
rarse y a nadar. Unos minutos después los padres les advirtieron que se untaran protector solar y que tomaran mucha agua, pero ellos estaban demasiado f
elices, así que los ignoraron. Ninguna actividad era suficiente y siempre querían más.
Al final del día, a los niños les ardía la piel, especialmente en la cara, la nuca, los hombros y la espalda. Además de eso, tenían un fuerte dolor de cabeza y sus labios eran similares a un desierto. Al llegar a casa, los padres les aplicaron bastante crema humectante y los hidrataron. Al día siguiente, los llevaron al dermatólogo. Gracias a Dios, al poco tiempo ya se habían recuperado. De esta forma, Lucas y Pablo aprendieron dos lecciones: que hay obedecer a los padres y que todo en exceso hace daño.
Gabrielle Marie Paniagua
Estudiante lasallista
El dibujo fue tomado de Colorearjunior.com
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