Rescatistas no se rinden en la búsqueda de las niñas desaparecidas
Las inundaciones en Texas han dejado una estampa de horror y desesperación. El río Guadalupe creció 8 metros en apenas 45 minutos, arrasando con todo a su paso y cobrando al menos 51 vidas, entre ellas 15 niños. Pero lo más alarmante es que 27 niñas siguen desaparecidas tras ser sorprendidas por la crecida en un campamento de verano cristiano en Kerrville.
La escena es desoladora. Casas destruidas, vehículos atrapados en árboles, barro cubriendo todo, y padres que recorren kilómetros buscando noticias de sus hijas. Michael, un padre que llegó desde Austin, solo encontró las pertenencias de su niña de 8 años. La angustia es colectiva.
Equipos de rescate —más de 500 personas, helicópteros, drones y perros de búsqueda— trabajan día y noche. La orden es clara: “No nos detendremos”, dijo el sheriff del condado. Sin embargo, el tiempo es cruel. Cada hora que pasa es un golpe a la esperanza.
Los científicos advierten que el cambio climático intensifica estos fenómenos. No es casualidad. Lluvias de más de 300 mm en una noche, el equivalente a meses de precipitaciones, convierten a Texas en un polvorín hídrico.
Mientras tanto, las autoridades enfrentan duras preguntas: ¿se actuó con suficiente previsión? ¿Se evacuó a tiempo? Aunque se emitieron alertas con horas de antelación, muchos se quedaron atrapados.
El gobernador Greg Abbott declaró el domingo como Día de Oración en todo el estado. “Cada texano debe unirse en oración —por los que se fueron, por los que aún están desaparecidos y por quienes trabajan para salvar vidas—”, dijo.
La tragedia ha marcado profundamente a la región. En Ingram, una madre y su hijo sobrevivieron agarrados de un árbol, mientras su pareja y su perro eran arrastrados por la corriente. En otra casa, una familia entera terminó en el ático, abrazados por el miedo y la incertidumbre.
El paisaje no volverá a ser el mismo. Pero por ahora, todo Texas está enfocado en una sola cosa: encontrar a las 27 niñas.
