Cultura Viva

Aquaman, y la construcción del personaje

Lincoln López.

Había una vez un hombre blanco, de ojos azules, hijo del farero Thomas Curry y la reina Atlanna. Recibió el nombre de: Arthur; quizás en honor de aquel legendario rey británico el “de los Caballeros de la mesa redonda”.

Creció fuerte y sano. Casado. Con los años llegó a ser gobernante de la Atlántida. Formó parte de los  miembros fundadores de la Liga de la Justicia, poderosa institución que se adueñó del mundo, y empezó a “hacer justicia”  contra los antagonistas, por su propia cuenta y conveniencia capitalista.

Los coprotagonistas fueron a la vez, socios. Describimos a tres de ellos con algunas coincidencias: cuerpos atléticos, bien parecidos, todos caucásicos, ciudadanos de un mismo país, y la ausencia cultural sobre textos clásicos y universales.

Uno era un inmigrante que volaba y fue dueño de los cielos y le llamaron Superman. El otro era una mezcla rara de empresario, filántropo e intelectual y con tecnología para crear armas y herramientas. Usó el sobrenombre de Batman. Y Flash cuya característica era su velocidad cegadora, necesaria para crear un nuevo mundo poco reflexivo. Dos de sus especialidades: transformar la ­energía y manipulación del tiempo.

A nuestro personaje Arthur, le asignaron una importante área de dominio: el agua. Por tal razón, utilizó el sobrenombre de: Aquaman, era el Rey de los Siete Mares. También denominado Habitante de las Profundidades. Su medio de comunicación al principio era por un extraño lenguaje marino. Tiene varias especialidades dominación de la vida marina, incluyendo las “fuerzas navales”. Su utilería más destacada es el Tridente de Poseidón.

Sus respectivos roles, dominios y hasta sus vestuarios y demás símbolos estaban y deben continuar, debidamente diferenciados.

Diferenciados en sus respectivas fortalezas y debilidades. La debilidad de Aquaman radicaba en su compleja personalidad y en su poca inteligencia. Lo describen como el único que su imagen iba “asociada al ridículo que servía para poco más que hacer los sándwiches de la Liga de la Justicia”, porque no evocaba a hombre duro y recio. Aunque día a día luchaba por ganarse el respeto de los demás.

Estos personajes son sacados de un medio visual muy popular que es el cómic, con dibujos y viñetas con una secuencia narrativa; por tanto, no emergen de una dramaturgia como Edipo o Hamlet; así pues, el libretista tiene que suplantar los dibujos por acciones escénicas, las viñetas por parlamentos, los efectos especiales de las aguas, ideología, época social… Hasta para escribir este artículo, he sustituido el formato de la narrativa.

“La construcción de un personaje” escénico es una labor intensa y ­heterogénea: física, síquica y social, abierto a la contradicción lógica y relacionarlo al mundo real a evocar.

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