El 3 de mayo de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, el submarino alemán U-125 atacó al buque mercante dominicano «San Rafael» mientras navegaba desde Tampa, Florida, a Kingston, Jamaica. El barco, construido en Alemania en 1905, fue alcanzado por un torpedo que lo dejó condenado a hundirse en el mar. La tripulación de 38 hombres abandonó el barco mientras trataban de alejarse para evitar la succión del buque que se hundía.
Mientras los sobrevivientes del naufragio se encontraban en medio del mar a la deriva, el submarino alemán U-125 salió a la superficie con su tripulación apuntando con ametralladoras ligeras a los marinos dominicanos. Sorprendentemente, el comandante del submarino optó por dejarlos ir, mostrando una actitud piadosa del vencedor ante un enemigo sin armamentos y una tripulación que en su mayoría desconocía lo que ocurría en ese momento.
Los sobrevivientes pasaron ocho días a la deriva con escasas provisiones, enfrentándose a condiciones extremas como la sed, marejadas, sol, salitre e insomnio. Finalmente, lograron llegar a Nueva Gerona, Isla de Pinos en Cuba, el 11 de mayo, poniendo fin a la odisea marítima de sus vidas.
El submarino alemán U-125 fue hundido por ataques británicos el 6 de mayo de 1943, exactamente un año y tres días después del primer aniversario del hundimiento del «San Rafael».
La historia del «San Rafael» y la valentía de sus tripulantes se recuerdan como un acto heroico y un ejemplo de la resiliencia de los dominicanos en tiempos difíciles. El buque y su tripulación son una muestra del coraje y la determinación de aquellos que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. César De Windt Lavandier, quien años después ocuparía la Jefatura de Estado Mayor de la Marina de Guerra, sobresalió entre los sobrevivientes del naufragio. Al llegar al Puerto de Santo Domingo, De Windt se dirigió a la parroquia de Santa Bárbara para venerar a la Virgen del Amparo en agradecimiento, convirtiéndose esta en la patrona de la Marina de Guerra Dominicana.