El Incendio de Santiago de 1863 para Restaurar la República

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Por Lincoln López

Lincoln López por Mercader.

“Santiago, aquel pueblo alegre, bullicioso, viril y patriota, de sencillas costumbres, tolerante con sublime heroísmo e impulsado por aquel espíritu impenetrable de lo supersensible que lo hace tan superior y admirable en días de las mayores desgracias, no se acongojaba por la catástrofe y, lleno de intrepidez y de entusiasmo, saludaba el cruento sacrificio de su bella ciudad, esperando que de sus ruinas saldría la Restauración de la República.”

Con esta excelente narración, el prócer restaurador general Gregorio Luperón describió en sus Notas Autobiográficas el día 6 de septiembre de 1863, cuando “a la una del día” un “bravo dominicano llamado Juan Burgos de Licey”, obedeciendo las órdenes del general Gaspar Polanco, “penetró por la calle del Vidrio (Mella) hasta la casa más próxima del reducto del fuerte en esa calle y prendió fuego…”

Las llamas se extendieron con “pasmosa velocidad. Aquello se convirtió en un espectáculo pasmoso”. Esta decisión tomada por Gaspar Polanco, unida a las detonaciones de los alambiques que produjo, el cañoneo y los combates cuerpo a cuerpo entre las fuerzas criollas y las españolas, junto con la llegada de tropas y municiones, hizo que la guerra tomara un giro favorable para la causa dominicana. Juan Bosch fue más específico: “la decidió”.

Todo en esa etapa ocurrió muy rápido. Siete días después del incendio, es decir, el 13 de septiembre a las tres de la tarde, comenzó la retirada de los españoles. “De manera inexplicable, los dominicanos no se dieron cuenta de ese movimiento sino cuando ya la columna española, en la que iban numerosas familias dominicanas, se hallaba fuera de los terrenos donde había estado la ciudad de Santiago”. Seis días antes, las tropas dominicanas llegaron a Santiago, y apenas quince días antes, el 16 de agosto, se había producido El Grito de Capotillo.

¿Por qué se desarrolló la guerra tan rápidamente? En parte, porque los dominicanos estaban resueltos e identificados con la causa de una República libre, independiente y soberana, a pesar de encontrarse en desventaja, ya sea económica, en formación militar o en armamentos. El general Gregorio Luperón lo describe así: “Las huestes (dominicanas) casi desarmadas tenían que retroceder para luego, en empeñar la lucha, intentar forzar el paso; pero los dominicanos estaban resueltos…”

¡Estar resueltos! Ese es el mensaje que debe prevalecer hoy en esta conmemoración. Para eso, debemos reflexionar, tener conciencia, decidir y luchar por el país que queremos: ¿Este u otro mejor?

Textos citados:

  • Historia de la Restauración – Pedro María Archambault
  • La Guerra de la Restauración – Juan Bosch
  • Enciclopedia Dominicana
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