OPINIÓN

La Trampa en el Deporte Dominicano: Una Enfermedad que Exige Tratamiento Urgente

El reciente escándalo que rodea al talentoso velocista Luguelin Santos, suspendido por tres años por el uso de un pasaporte falso durante su participación en los Juegos Olímpicos Juveniles, ha arrojado luz sobre una oscura realidad en el deporte dominicano: la práctica recurrente de alterar documentos para modificar la edad de los atletas.

El caso de Santos, quien admitió haber utilizado un documento adulterado en 2012 para parecer un año más joven, plantea preguntas incómodas sobre la integridad en el deporte. A pesar de que ya era adulto en ese momento, con 20 años, afirma que recibió órdenes de utilizar el pasaporte falso para inscribirse en competiciones internacionales. Este episodio no solo le costó su medalla de oro en el Campeonato Mundial Juvenil de Barcelona 2012, sino que también destapó una práctica deshonesta arraigada en la cultura deportiva del país.

La Unidad de Integridad de Atletismo tomó medidas, pero ¿es suficiente sancionar solo al atleta? La esperanza es que la investigación se extienda más allá de Santos y alcance a quienes le ordenaron usar el pasaporte falso, así como a los directivos que, al parecer, estaban al tanto de la situación pero no tomaron medidas para detenerla. Responsabilizar a todos los involucrados es esencial para erradicar la cultura de la trampa que amenaza con socavar los valores fundamentales del deporte.

Lamentablemente, Santos no está solo en este problema. La historia del deporte dominicano está manchada por casos similares. Desde estrellas del béisbol como Vladimir Guerrero, Bartolo Colón y Wandy Rodriguez (Juan Carlos Oviedo), la práctica de alterar documentos ha permeado diversas disciplinas deportivas. ¿Cómo es posible que esta problemática persista sin un cambio significativo?

El informe del Departamento de Estado Norteamericano, que reveló 550 casos de peloteros latinoamericanos que utilizaron documentos falsos para firmar, siendo el 99% de la República Dominicana, es alarmante. ¿Cómo llegamos a un punto en el que los atletas sienten la necesidad de falsear su edad para competir?

Es hora de una introspección seria en el deporte dominicano. Las sanciones deben ir más allá de los atletas y alcanzar a aquellos que perpetúan esta práctica, ya sea por acción o por omisión. Los casos emblemáticos, como el de Luguelin Santos, deben ser un llamado de atención para implementar medidas rigurosas y cambios estructurales que preserven la integridad y los valores fundamentales del deporte.

El futuro del deporte dominicano depende de la erradicación de esta cultura de la trampa. La trascendencia y la excelencia deportiva no deben construirse sobre cimientos falsos. Es tiempo de sanar las heridas y devolver la honorabilidad al deporte que tanto amamos.

Con Información de Diario Libre

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