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La voz del exterior: Repensando el voto dominicano

La reciente participación electoral de los dominicanos residentes en el exterior ha dejado al descubierto una realidad que desafía las percepciones previas sobre el peso político de esta demarcación. Durante años, se había supuesto que los votantes en el exterior podrían tener un impacto significativo en las elecciones presidenciales de la República Dominicana, equiparable al de las principales provincias del país. Sin embargo, los datos más recientes muestran una historia diferente.

En las pasadas elecciones, la participación electoral del exterior fue de apenas el 18.86 %, con una tasa de abstención alarmante en la circunscripción 1, que abarca Canadá, Estados Unidos, las islas del Caribe y América del Sur, alcanzando un 82.53 %. Este dato es especialmente sorprendente considerando que esta circunscripción se considera el epicentro del activismo político en el exterior, con ciudades como Nueva York y Boston, donde los partidos dominicanos tienen una fuerte presencia.

Resulta paradójico que, a pesar de ser una de las demarcaciones con mayor cantidad de electores fuera del país, Nueva York haya registrado la abstención más elevada. Este fenómeno plantea interrogantes sobre los motivos detrás de esta baja participación, especialmente en un contexto donde se han realizado esfuerzos para facilitar el registro y la participación de los votantes en el exterior.

La historia de la participación electoral de los dominicanos en el exterior ha tenido altas y bajas a lo largo de los años. En las elecciones de 2004, la participación fue elevada, con un 67 % de los inscritos votando. Sin embargo, esta cifra ha ido disminuyendo en eventos posteriores, alcanzando su punto más bajo en las elecciones de 2020, con una participación del 21.79 %.

Uno de los argumentos tradicionales para justificar la baja participación en el exterior ha sido la dificultad para acceder a los centros de cedulación y votación. Si bien es cierto que se han realizado esfuerzos para ampliar la disponibilidad de estos centros, estos parecen no haber tenido el impacto esperado en la participación electoral.

Ante esta realidad, es necesario replantear la forma en que se aborda el voto en el exterior. ¿Cuál es la utilidad real de mantener esta prerrogativa si la participación es tan baja? ¿Cuánto está invirtiendo la Junta Central Electoral en mantener esta infraestructura? Estas son preguntas que deben ser consideradas en el debate sobre el voto en el exterior.

En última instancia, la baja participación electoral en el exterior nos invita a reflexionar sobre la importancia de la participación cívica y el compromiso con nuestro país, independientemente de donde nos encontremos. El voto es una herramienta poderosa para expresar nuestras opiniones y contribuir al futuro de nuestra nación, y es responsabilidad de todos nosotros hacer uso de ella de manera consciente y comprometida.

La presente nota se basa en la información proporcionada por Nelson Encarnación en su artículo publicado en El Caribe

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