Ansel Estévez Jr.
Grandes retos nos trae el 2023 a todas las personas, en especial a los que nacimos en el 2005, pues en poco tiempo entraremos a un nuevo mundo, con un desafío que resulta inquietante, donde las responsabilidades son aún mayores, pero al final entendemos que es un crecimiento tanto para nosotros como para nuestras familias. Por eso, es tiempo oportuno para reflexionar con amplia perspectiva sobre el futuro que nos espera.
Desde niños soñamos con ser profesionales, algunos deseando ser médicos, otros contables, algunos maestros, y hasta ingenieros, pero la gran mayoría aún no sabe por cual carrera inclinarse, ya que los tiempos han cambiado drásticamente y por lo difícil que está la vida, ese grupo ya no piensa en lo que le gusta, sino en encontrar la carrera más adecuada para solventar sus necesidades. Sin embargo, esto no es un pecado, más bien es una realidad.
No es secreto que hace no tanto tiempo en una familia de abogados o de médicos, sus opciones eran únicamente seguir esos caminos porque había que continuar con el legado familiar, nadie podía pensar en una profesión distinta y se convertía en un disparate que decidieran estudiar algo diferente. En la actualidad, aunque las cosas han cambiado, algunas veces nuestros padres no nos entienden de la manera como nos gustaría que lo hicieran. Especialmente en todo lo relacionado con nuestra educación, tema espinoso, sensitivo y serio que determinará el futuro profesional que nos depara.
Por tanto, a la hora de escoger nuestra carrera universitaria debemos desarrollar varios aspectos de nuestro carácter social y emocional, puesto que vivimos una etapa de transición que nos llevará a ser más independientes:
• Adquisición de competencia: es decir, desarrollar habilidades intelectuales, físicas, manuales, de relaciones sociales y personales que faciliten nuestra adaptación al nuevo mundo.
• Manejo de emociones: capacidad para aprender a reconocer y controlar en forma eficaz nuestros propios sentimientos, logrando una mayor sintonía con el propio mundo afectivo y el de las demás personas.
• Lograr la autonomía: consiste en aprender a vivir y tomar decisiones sin el apoyo y presencia de nuestros padres. También, actuar de forma independiente sin la compañía, apoyo, aprobación y afecto de nuestros familiares más cercanos.
• Adquisición de libertad en las relaciones interpersonales: en esta etapa nosotros los jóvenes debemos aprender a ser menos ansiosos, menos defensivos y vulnerables, así como a tener la capacidad de ser más espontáneos, amistosos y confiados como producto de la aceptación de nuestras propias características.
• Reconocimiento de propósitos: debemos lograr tener mayor claridad en nuestros planes vocacionales y aspiraciones intelectuales, así como en el ámbito cultural y recreativo, tomando en cuenta que la palabra vocación se refiere a la inclinación o al interés que tiene una persona para dedicarse a un trabajo o a una determinada forma de vida. Al contrario, a lo que socialmente se cree, no es un don ni algo innato. La vocación se trabaja y aunque muchos no lo crean, es una búsqueda personal que puede aparecer después de años de transitar distintas experiencias, incluso en la vejez.
En fin, la vida nos invita a creer en nosotros mismos y en lo que somos, siendo conscientes de que hay algo en nuestro interior que es más grande que cualquier obstáculo.