En febrero de 1966, el renombrado poeta chileno Pablo Neruda dio voz a su firme condena en forma de poesía. Desde su hogar en Isla Negra, Chile, surgió uno de los cantos de protesta más solidarios y vehementes jamás escritos. Este poema no era otro que el «Versainograma a Santo Domingo,» una obra que se alzó para denunciar la segunda y brutal intervención llevada a cabo por soldados de la Armada estadounidense en la República Dominicana en abril de 1965.
Este poema no es solo una expresión literaria; es un grito de repudio poético con un acento épico-lírico que se destaca en la historia de la literatura hispanoamericana. En sus versos, Neruda censura la violencia y la opresión infligidas sobre la República Dominicana, alzando su voz en solidaridad con el pueblo dominicano.
Pablo Neruda, cuya voz poética resonó poderosamente en el escenario mundial, también es recordado por su compromiso social y político. Su poesía no solo buscaba capturar la belleza del mundo, sino que también era un medio para denunciar las injusticias y la brutalidad. En el «Versainograma a Santo Domingo,» Neruda une su destreza poética a su conciencia social para condenar la intervención militar extranjera y expresar su apoyo a la lucha del pueblo dominicano por la libertad y la justicia.
Es importante destacar que, aunque Neruda falleció el 23 de septiembre de 1973, su legado literario y su compromiso con las causas sociales continúan siendo una fuente de inspiración y reflexión para las generaciones venideras. Su «Versainograma a Santo Domingo» perdura como un testimonio de la capacidad de la poesía para dar voz a la resistencia y la solidaridad en tiempos de crisis y conflicto.
VERSAINOGRAMA A SANTO DOMINGO
«Perdonen si les digo unas locuras,
y si se va mi corazón cantando,
hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado allí,
desde que don Cristóbal, el marinero,
puso los pies y descubrió la isla,
¡ay mejor no la hubiera descubierto!
porque ha sufrido tanto desde entonces,
que parece que el diablo y no Jesús,
se entendió con Colón en ese aspecto.
Esos conquistadores españoles,
que llegaron desde España, por supuesto,
buscaban oro y lo buscaron tanto,
como si les sirviese de alimento.
Enarbolando a Cristo con su cruz,
los garrotazos fueron argumentos,
tan poderosos que los indios vivos,
se convirtieron en cristianos muertos.
Aunque hace siglos de esta historia amarga,
por amarga y por vieja se la cuento,
porque las cosas no se aclaran nunca,
con el olvido ni con el silencio.
Y hay tanta inquietud sin comentario,
en la América hirsuta que me dieron,
que si hasta los poetas nos callamos,
no hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe en un día declaramos,
la independencia azul de nuestros pueblos,
una por una, América Latina,
se desgranó como un racimo negro,
de nacionalidades diminutas,
con mucha facha y con poco dinero.
(Andamos con orgullo y sin zapatos,
y nos creemos todos caballeros)
Cuando tuvimos pantalones largos,
nos escogimos pésimos gobiernos,
(rivalizamos mucho en este asunto,
Santo Domingo se sacó los premios).
En esta variedad un tanto triste,
tuvieron a Trujillo sempiterno,
que gracias a un balazo se enfermó,
después de cuarenta años de gobierno.
Podríamos decir de este Trujillo,
(a juzgar por las cosas que sabemos),
que fue el hombre más malo de este mundo,
(si no existiese Jhonson, por supuesto),
se sabrá quién ha sido más malvado),
cuando los dos estén en el infierno),
Cuando murió Trujillo respiró,
aquella pobre patria de tormentos,
y en un escalofrío de esperanzas,
subió la luna sobre el sufrimiento.
Corre por los caminos la noticia:
Santo Domingo sale del infierno,
por fin elige un presidente puro:
es Juan Bosch que regresa del destierro,
pero no les conviene un hombre honrado
ni a los gorilas ni a los usureros.
Decretaron un golpe en Nueva York,
le echan abajo con cualquier pretexto,
lo destierran con su constitución,
instalan a cualquier sepulturero,
en el tronco del mando y del castigo,
y los verdugos vuelven a sus puestos.
«La democracia representativa,
ha sido restaurada en este pueblo»
dijo El Mercurio en su «editorial» escrito,
en la Embajada que sabemos.
Pero esta vez las cosas no marcharon,
de un modo interesado aunque severo,
a norteamericanos y gorilas,
les salieron los tornillos en el queso,
y con voz de fusibles en la calle,
Salió a cantar el corazón del pueblo.
Santo Domingo con su pueblo armado,
borró la imposición de los violentos:
tomó ciudades, campos y en el puente,
con el pecho desnudo y descubierto,
aplastó tanques, desafió cañones.
Y corría impetuoso como el viento,
hacia la libertad y la victoria,
cuando el tejano Jhonson, el funesto,
con la sangre de muchos en las manos,
hizo desembarcar los marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra,
bajaron con sus armas y sus cuentos,
con ametralladoras y napalm,
con objetivos claros y concretos:
«Poner en libertad a los ladrones,
Y a los demás hay que meterlos presos».
Y allí están disparando cada día,
contra dominicanos indefensos.
Como en Vietnam el asesino es fuerte,
pero a la larga vencerán los pueblos.
La moraleja de este cuento amargo,
se las voy a decir en un momento,
(no se lo vayan a contar a nadie:
soy pacifista por fuera y por dentro!):
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo
y sus lindas muchachas, por supuesto,
pero en Santo Domingo y en Vietnam,
prefiero norteamericanos muertos»
(“Versainas de protesta por el desembarco de marines en Santo Domingo, publicadas en hojas sueltas en Valparaíso y en Santiago de Chile, 1966”)