El presidente Abinader aprovechó el escenario de la Cumbre UE-CELAC para reiterar en ese cónclave que “no hay solución dominicana al problema haitiano”, al tiempo de plantear la urgencia de una salida para Haití.
El mandatario dominicano afirmó en la Cumbre que: “La comunidad Internacional puede cansarse de los problemas de Haití; nuestra república no puede cansarse”. Y al indicar diversas situaciones que caracterizan la precariedad por la que atraviesa el vecino país, llamó la atención sobre “la urgencia que vive esa nación no solo para la región sino para todo el mundo”.
El reiterado llamado dominicano en favor de Haití está hecho, pero hasta ahora la Comunidad Internacional sigue en su estado de indiferencia, dando como respuesta la callada o por simplemente adherirse a ese llamado de apoyo pero sin ejecutar ninguna iniciativa.
Y peor aún, recientemente el Programa Mundial de Alimentación de la ONU (PMA) ha anunciado un recorte de la ayuda que le ofrece a Haití, confirmando que a la ONU no le importa la grave crisis de Haití, y contrario a lo que se le pide, pone a algunos de sus voceros a recomendar que la República Dominicana flexibilice las regulaciones en favor de los inmigrantes ilegales haitianos, y que detenga las repatriaciones.
Se trata de una posición no solo inhumana y violatoria de la solidaridad internacional, sino provocadora de condiciones potencialmente violentas, como si se estuviese preparando la “balcanización” del Caribe como salida a la situación de ingobernabilidad en Haití.
Ante esa macabra perspectiva, al gobierno dominicano no le queda más que, afianzándose en los principios de soberanía y de autodeterminación de los pueblos, profundizar y hacer más visible ante la ciudadanía, los operativos de repatriación tanto al momento de la salida como al momento de la llegada de los repatriados a la frontera con Haití.
Esos operativos de repatriación hay que fortalecerlos y transparentarlos como evidencia de la responsabilidad del gobierno en su misión de proteger y defender la soberanía del territorio nacional.
Como un gesto de solidaridad y humanismo, la República pudiera formular un plan de control migratorio y desarrollo fronterizo, proponiendo a la ONU el establecimiento de unos cuatro o cinco centros o espacios de intercambio comercial y de servicios, donde se establezcan u operen los mercados binacionales, adicionándoles centros de salud, zonas francas y de servicios de aduanas y de migración, con una puerta de entrada y salida a ambos lados, para garantizar el control migratorio, pero que al mismo tiempo generen empleos para ambas poblaciones.
Estos centros de intercambio y de desarrollo pudieran ser financiados en parte por ambas naciones y en buena parte mediante la cooperación y supervisión de la Comunidad Internacional.
Esta iniciativa sería otra colaboración de República Dominicana, junto a otra como podría serlo la formalización de la inmigración legal de mano de obra haitiana para la construcción, la agricultura y otros servicios, mediante un contrato entre ambas naciones también supervisado por la OIT.
¡Al grito del presidente, adicionemos iniciativas propositivas que desafíen a la ONU!
Editorial La Informacion