Lincoln López
En el mes de agosto, el mundo filosófico conmemora el natalicio del pensador inglés John Locke (1632-1704), considerado uno de los padres del empirismo, del liberalismo y una de las figuras fundamentales de la Filosofía Moderna Occidental.
La Filosofía Moderna surge con la corriente Racionalista de René Descartes que sostenía: Todo conocimiento humano proviene de la razón. Luego, Descartes añadiría: “Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las más extravagancias suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba”.
A esa escuela se opusieron los empiristas ingleses como John Locke, quien sustentó lo contrario, o sea, “solo la experiencia sensible es el origen exclusivo de todo conocimiento. El alma carece de ideas innatas (René Descartes), y, todo conocimiento se origina únicamente en los datos de los sentidos”.
Igualmente, resulta interesante señalar que este filósofo inició la reflexión crítica y el análisis sicológico del conocimiento, que son los fundamentos del empirismo inglés. También redujo todo el problema metafísico al problema del conocimiento.
También llamó a los conocimientos con el nombre de ideas, y las clasificó en dos grupos: Ideas particulares e ideas generales. Las primeras son originarias, y, las segundas, son derivadas de las ideas particulares. Es decir, afirmó que la sensación y reflexión son las dos fuentes únicas de toda experiencia”.
Como uno de los padres del liberalismo, en el aspecto político Locke afirmó que: el sujeto de la soberanía nacional es el pueblo y el poder del Estado emana de la libre convención recíproca. También describió una separación de poderes entre el poder legislativo y el ejecutivo, idea ampliada luego por Montesquieu.
“Probablemente la mayor influencia ejercida por el pensador inglés fue sobre la Constitución Norteamericana y la Declaración de los Derechos del Hombre”. Por sus críticas al absolutismo fue declarado el enemigo público número uno de la Inglaterra de su tiempo pero sus argumentos críticos prevalecieron cinco años después, cuando se asentó en Inglaterra la primera monarquía parlamentaria del mundo.
Su obra clásica y, por tanto centro de su pensamiento, es: Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), en ella afirma “que no hay nada en la mente que no haya estado antes en nuestros sentidos”, ampliando reflexiones previas de Aristóteles y santo Tomás de Aquino.
Finalizo con esta frase suya dirigida a educadores: “El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar todo lo aprendible como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento”.
(Citas del libro: El pensamiento filosófico en Occidente. Autor: José Luis Alvarez).