RICARDO TORIBIO
Artista visual y poeta

El mundo del coleccionismo tiene hombres y mujeres sensibles a las creaciones y a los creadores que apuestan a la construcción de una memoria particular que sirve de base para una historia emocional de su país y del camino propio recorrido.

Ese sobresalto de adrenalina cuando una creación te deja perplejo y el asombro que te atrapa, lo saben los artistas y también los coleccionistas. Y es de esperar, que ambos vivan de esa suerte; pues gracias al coleccionista también es posible la permanencia de muchos artistas. Así cuando este dice es mío, el bien es reciproco, crece la colección y el artista se reabastece, de ese reconocimiento mutuo ambos se fortalecen.

Es mecenas de los grandes hallazgos, por motivo que hasta la fecha tienen variados propósitos. El coleccionista organiza los pasos del mundo a través de hechos que le nombran, así la memoria de la humanidad contenida en un conjunto de hitos creativos les han permitido al ser humano predecir, delatar, y poder anticipar. Son su oración despierta, la casa de las mil puertas y unos latidos de más.

La pasión del coleccionista es haber quedado ensimismado en el instante en que el arte eleva su grado e irradia hacia todos lados la verdad que hay que salvar.

Todo artista joven que trabaja y vive de sus creaciones está esperando que un coleccionista se interese en su obra y cuando eso pasa aumenta su categoría ya que ha sido reconocido por un ojo especializado al que ha logrado seducir.

Cuando vienen a mi taller, el encuentro siempre ha sido un evento memorable con una carga emocional muy particular, pues cuando se vende una obra que tú sabes cómo se hizo, ¿que la inspiro y cuál ha sido el móvil de su creación?, hay sentir como cuando se va algo íntimamente tuyo.

Así un buen día conocí a don Vittorio Bedín y a doña Raquel Céspedes como esa suerte que tienen los artistas cuando una pareja con alma de filántropo adivinan las intenciones en que rema tu barco. Desde el primer día nos hicimos amigos y he recibido de esta pareja un trato especial del que me siento agradecido y lo estaré toda la vida y es quizás el motivo principal para escribir esta nota sobre la importancia decisiva en la vida de un artista de quienes coleccionan su arte.

Recuerdo las veces que se aparecieron en momentos en que estábamos a merced del milagro; como es la vida de la mayoría, llegan y disipan la desesperanza y la fe sube un eslabón mas arriba. Ahora cuando vemos cuantos artistas se han beneficiado de esta particular sensibilidad sabemos que estos amigos merecen un premio grande, algo así como la orden Duarte, Sánchez Y Mella dada a aquellos ciudadanos que son ejemplo dignos de ser emulado por la obra que realizan en favor del arte y la cultura de su pueblo.

Ojalá que estas palabras lleguen a donde van.
Hace unos días visite a don Victorio Bedín para saber de él ya que se estaba recuperando de una dolencia menor propia de su edad, fui con mi guitarra para cantarle algunas canciones y repasar los días y los eventos hasta que le pregunte ¿cómo se había involucrado en esto del arte? Don Vittorio emocionado viajo al pasado y me contó de sus andanzas y su relación con el arte y los artistas, desde su estadía temprana en Tánger, Florencia y Roma, de cómo los artistas de escasos recursos iban al restaurante recibían comida y hacían dibujos como paga hasta que teniendo tantos de estos entre él y dos amigos más abrieron la galerías los tres a las que llegaban personas a comprar esa pinturas Dice Don Vittorio que allá llego el afamado actor de cine Charles Bronson quien hizo una compra buena dejando a artistas y galeristas en alta. Mas adelante en un fenómeno atmosférico, la galería junto a otros establecimientos fue desbastada por la creciente de un rio. Luego trabajo como ayudante de un anticuario donde afino su ojo para intuir el valor de las cosas, hasta que un dichoso día se encontró con un amigo a quien tenía mucho tiempo sin ver y al preguntarle donde estaba ya que su semblante rebosaba de alegría este le contó de un paraíso en las Antillas de un pueblo de gente buena les hablaba de puerto plata y Sosúa. Aquel hombre joven cogió su mochila y atravesó el océano lleno de sueños, llegó al país por Puerto Plata en el 1983, y la suerte de su buena estrella les permitió Conocer a doña Raquel Cespedes y los demás. Es una linda historia que merece un libro.

Aun así escribo estos versos en su honor y gratitud por todo lo que el arte de la pintura le debe a esta pareja.

Homenaje

Entonces fue la alegría
De un amigo que contaba
De una isla en las Antillas
Donde el sol la piel doraba

De una gente bien alegre
Que daba la bienvenida
Con su música y color
Su elegancia y su comida

Y se fue a Allende los mares
A vivir esa aventura
Siguiendo un presentimiento
Que la suerte era segura

Procurando equipaje
En la casa de monedas
Una mulata sonriente
Todo el oro de Quisqueya

Se miraron los ojos
Y se agarraron las manos
Sobre la isla y el mundo
Vieron que iban navegando

Perfumado el abrazo
De aquello y todos los días
Reciprocando el cariño
Germinado así la vida

El amor se hizo fecundo
La bendición de los hijos
Coincidencia de la dicha
Para encumbrar el camino

Estuvo en Tánger y en Florencia
Del anticuario hasta Roma
La galería los tres
Desde la playa a la loma

Vittorio con su pasión
De pintor coleccionista
Un porciento de la empresa
Un altar para la vista.

Frente al sí de sus ventanas
Por la luz de la cultura
Sale el sol de la mañana
Y una luna de ternura

Es Don Vittorio y Raquel
Como regalo del cielo
Sobre la gracia del bosque
Preña el suelo el aguacero

De su madre la ternura
De su padre la visión
Del camino la aventura
De su dicha la pasión

Por el arte por la vida
Por el sagrado sudor
Por el pueblo y la familia
Talismán de encendedor

Para Vittorio y Raquel
Gracias por la inspiración
Este canto en Puerto Plata
Es memoria y bendición.

 

Contento y agradecido
Ricardo Arsenio Toribio
Macizo central Antillas mayores

Artículo original publicado en Acento.com.do