Sor María Betania Peña se entregó con vocación al servicio de los demás desde 1961, cuando se consagró en la congregación Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Por: Ricardo Arsenio Toribio.
Cuando corrió la noticia de que sor María Betania murió, se estremeció la montaña y toda la cordillera, desde Villa Riva a Constanza, Santiago, Mao (Valverde) y toda la Sierra. El llanto empezó en Santiago y Monción, sus últimas paradas, donde sor María Betania con sagrada inspiración abrió caminos de luz con la fe en el sudor, y en San José de las Matas, donde desde la Escuela Nazaret inspiró a alumnos y maestras en hacer con corazón, y sobre la riqueza inmensa e inagotable de Dios.
Los líderes son escasos en todas las disciplinas, y en todas partes, porque es difícil guiar a los demás hacia su bien si solo hemos sido formados en buscar para nosotros mismos; así los líderes consagrados e inspirados en la obra de Dios se desviven por los demás para que se cumplan y se construyan los medios a través de los cuales se hará posible espantar la pobreza, encontrar cobija, enfrentar obstáculos, señalar los males, aliviar la enfermedad y el hambre; todo desde la fecundidad del sudor honrado y la fe de que podemos lograrlo.
Estos líderes reales son el sol entre sus gentes, despiertan el entusiasmo como un divino presente; empujan a todos aquellos que solo viven para sí mismos a amar la comunidad para encontrar el sentido. En cada pueblo, encauzando las vocaciones de las personas en las escuelas, son sagradas sus misiones; por esa dicha milagrosa con que transforman tus manos saben que el trabajo es la esencia de toda vedad. Y en su adentro late el dicho de que ¡Dios proveerá!
La vida de las novicias es una vida sencilla y sin lujos, dedicadas desde muy jóvenes a los estudios y al conocimiento de las formas y los medios para hacer posible la obra de Dios. Sor María Betania Peña se entregó con vocación al servicio de los demás desde 1961, cuando se consagró en la congregación Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, quienes tienen como misión atender a los más pobres y desamparados, a quienes reservan un amor preferencial. LOS POBRES SON NUESTRA RAZÓN DE SER, decía su fundador, José Onésimo Brousseau, por allá por San Damián, Canadá, en 1892, cuando halló en sor Virginia Fournier la piedra angular para fundar esta congregación en favor de los más necesitados.
“No hay nada en el mundo que ella no pueda conseguir, sabe cómo lograr su propósito, mira cómo está la escuela después que ella vino, a todo le encuentra una solución”, me dijo Finí Checo la primera vez que supe de ella.
“Era una mujer de un espíritu vivaz que creía en sus capacidades y tenía capacidades extraordinarias, creía en las personas que ella elegía para lograr sus objetivos, sacaba desde la nada cualquier cosa que quisiera hacer posible, muy humana, de mucha caridad y calidad, afectuosa y respetuosa, siempre me habló con agradable cariño, su carisma era inmenso”, dice sobre sor María Betania la profesora María Gómez Martínez, de la Escuela Nazaret.
“Para hacer desde la nada todo lo que hizo en la Escuela Nazaret en tan poco tiempo, había que estar iluminada por la gracia divina”, dice la profesora y alumna Milagros Rodríguez. “Sor Betania, mi pequeña de corazón grande, cuánto diera por imitarla, mujer de fe inquebrantable, trabajadora incansable de una entrega incondicional al prójimo, identificada con los pobres y minusválidos, siempre de frente ante las injusticias y altamente convencida de que el futuro de la sociedad estaba en manos de las familias. De ahí su deseo, su arduo trabajo para que estas fueran la cuna de los valores éticos y cristianos. Gracias, sor, por haber sido parte de mi vida, siempre estará presente en cada uno de mis actos”, dice la profesora Dilenia Jáquez, llena de gratitud.
“Todo el pueblo Monción quedó sin palabras al enterarse de tu partida, dejaste aquí tu corazón en lo más profundo de los seres humanos, tú, que diste tu vida como maestra, con sabiduría e inspiración única, para fundar escuelas, policlínicas, comités de salud y vida, viviendas para desamparados, saneamiento de cañadas, tú que impulsaste la construcción del acueducto por gravedad, que creaste la Pastoral Juvenil. Llegaste a Monción cuando más te necesitábamos. Dios te tiene en un lugar especial desde donde seguirá iluminando el camino de todos”. Todo esto lo dice lleno de emoción don Nicolás Almonte Pérez.
En cada lugar que sor María Betania estuvo, ha dejado una estela luminosa de hechos y logros para toda la comunidad, pero sobre todo su auténtico entusiasmo por el bien común digno de ser emulado por nuestros, líderes no solo religiosos sino también políticos, y esa la razón principal por la cual hoy escribo esta reseña sobre una mujer con un sueño hermoso que sudó sin descanso hasta sus últimos días para lograrlo para todos nosotros.
Sor Betania Peña nació el 12 de agosto de 1936 en la comunidad de Villa Riva, provincia Duarte. Hija de María Consuelo Rosario y Francisco Peña. El 15 de agosto de 1961 se consagró en la congregación de las Hermanas del Perpetuo Socorro. Se especializó en educación para el hogar en el Colegio San José, de Santiago. En corte y confección en la Escuela Superior Sudamericana de Buenos Aires, en la República de Argentina. Trabajó arduamente en Villa Riva, donde nació; en Constanza, en Mao Valverde, en San José de las Matas, donde además de ser profesora reconstruyó y dinamizó la escuela vocacional Nazaret. Luego pasó a Monción, en cada lugar realizó una labor extraordinaria. Murió en la paz del Señor en la ciudad de Santiago de los Caballeros el día 25 de junio de 2023 a la edad de 86 años, casualmente el octavo día de la celebración de la novena de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, la orden religiosa en la cual sirvió toda su vida. Descansa en paz, querida maestra sor María Betania Peña. Gracias eternas por tu ejemplo, tu fe y tu inspiración.
Tomado de Acento.com.do
