Un símbolo que trasciende fronteras
La escultura de migrantes instalada en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, es uno de los gestos más profundos y simbólicos que dejó el Papa Francisco. Aunque su partida física ha conmovido al mundo, su mensaje de compasión hacia los más vulnerables sigue vivo, tocando el corazón de miles de visitantes que llegan al centro espiritual del catolicismo.
Inaugurada el 29 de septiembre de 2019, durante la 105ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, esta obra fue creada por el artista canadiense Timothy Schmalz. La escultura representa a hombres, mujeres y niños de diferentes razas, religiones y épocas, apiñados en un barco, llevando en sus rostros las huellas del dolor, la esperanza y la dignidad humana.
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Un llamado que no se borra
Desde el corazón del Vaticano, el Papa Francisco quiso que este monumento recordara a todos “el reto evangélico de la hospitalidad”.
Aunque en su inauguración no pronunció discursos grandilocuentes, sus acciones y palabras a lo largo de su pontificado, como aquella frase que retumba en la memoria —“quien solo piensa en construir muros y no puentes, no es cristiano”—, siguen dando sentido a esta obra cargada de simbolismo.
La escultura no es solo un homenaje; es una llamada permanente a abrir puertas, a tender puentes y a ver el rostro humano detrás de cada migrante.
¿Te interesa saber cómo la obra refleja el espíritu de una Iglesia inclusiva? No te pierdas el siguiente apartado.
Una Iglesia en tiempo de transición
Hoy, mientras el Vaticano se prepara para elegir a un nuevo Pontífice, la presencia de la escultura de migrantes en la Plaza de San Pedro cobra aún más fuerza. Es un recordatorio de que la auténtica fe cristiana no puede olvidarse de los más pequeños y vulnerables.
Francisco, amado por quienes anhelan una Iglesia de puertas abiertas y criticado por sectores más conservadores, dejó una huella imborrable. Su apuesta por una Iglesia inclusiva y solidaria quedó sellada en bronce, para inspirar a generaciones futuras.
La verdadera grandeza de la Iglesia no está en sus muros, sino en los puentes que es capaz de tender hacia el sufrimiento humano.
¿Qué opinas tú?
La escultura sigue allí, bajo el cielo de Roma, como un testigo silencioso del sueño de Francisco.
¿Crees que la Iglesia logrará mantener viva esta visión de apertura y acogida?
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