Por Lincoln López
Uno de los pensadores más influyentes de las últimas décadas en el mundo es el filósofo y escritor alemán Byung-Chul Han (Corea del Sur, 1959), reconocido por su crítica a la sociedad contemporánea occidental, especialmente al neoliberalismo, expuesta en sus numerosos y exitosos libros.
En consecuencia, le fue otorgado el importante Premio Príncipe de Asturias 2025, ceremonia que tuvo lugar en el Teatro Campoamor de Oviedo, presidida por el Rey de España. En sus primeras palabras, el profesor de la Universidad de las Artes de Berlín manifestó que su discurso consistiría en ejercer la función de todo filósofo: criticar.
Lo expresó así:
“La función de un filósofo es agitar a los atenienses y despertarlos, criticarlos, irritarlos y recriminarlos… Yo soy filósofo. También mis textos de crítica social han causado irritación, sembrando nerviosismo e inseguridad, pero al mismo tiempo han desadormecido a muchas personas”.
Estos fueron los temas tratados:
Primero: La ilimitada libertad individual de esta época.
Aquí hace referencia a esa libertad individual que propone el neoliberalismo, la cual “no es más que una ilusión… Aunque hoy creamos ser más libres, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad”.
También afirma que ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, sino en una de rendimiento: “La autoexplotación es más eficaz que ser explotados”.
Segundo: Nos hemos convertido en instrumentos de los smartphones y no al revés.
Las redes sociales —dice— apuntan directamente al odio y la agresividad, cuando debieron fomentar el amor y la amistad. Ya no nos socializan, sino que nos aíslan y nos roban la empatía.
Tercero: La inteligencia artificial.
Con ella existe el enorme riesgo “de que el ser humano acabe convertido en esclavo de su propia creación”. Señala que es imperante regular su desarrollo, porque “la técnica sin ética puede adoptar una forma monstruosa”.
Penúltima crítica: La creciente falta de respeto en nuestra sociedad.
Hoy día —manifiesta Han— casi no es posible tener una opinión diferente, porque de inmediato se declara enemigo al otro. En este punto critica a la democracia, pues considera que debe fundamentarse en valores, es decir, en la moral y las virtudes. Pero advierte que la democracia “se vacía de contenido”. Las elecciones han degenerado y la política se reduce a una lucha por el poder, lanzando a la gente en brazos de autócratas y populistas.
Quinta y última: Ya no tenemos valores ni ideales.
El filósofo aclara que no plantea la eliminación del progreso tecnológico; por el contrario, reconoce las bondades que este ofrece a la sociedad y aporta algunos ejemplos al respecto.
Concluye con una reflexión contundente:
“La sociedad de lo transparente es un infierno de lo igual”.

