«Una Harvard sin su diversidad internacional no será la misma»
La Universidad de Harvard alzó la voz. Con firmeza, calificó de ilegal la medida tomada por el gobierno de Donald Trump que le impide inscribir estudiantes extranjeros, afectando de forma directa a más de 6,800 alumnos de fuera del país. Estos jóvenes representan más de una cuarta parte de su matrícula total.
Para Harvard, esta decisión no solo pone en riesgo su misión educativa, también golpea a la comunidad global que ha ayudado a construir su prestigio durante décadas.
“La diversidad de nuestra comunidad es esencial para nuestra excelencia académica”, declaró Jason Newton, portavoz de la universidad.
Una amenaza que va más allá de Harvard
La orden fue notificada por el Departamento de Seguridad Nacional bajo el argumento de que el campus no representa un entorno seguro. También acusan a la institución de permitir protestas antisemitas y supuestos vínculos con el Partido Comunista Chino.
El mensaje fue claro: Harvard no podrá aceptar más estudiantes extranjeros y los que ya están inscritos deberán transferirse o perder su estatus legal.
Pero la respuesta no se hizo esperar. La universidad está evaluando acciones legales para frenar lo que consideran una interferencia grave a la autonomía universitaria. No es la primera vez que Harvard recurre a los tribunales contra decisiones de la administración Trump.
Desde distintos sectores académicos y organizaciones civiles se ha manifestado una preocupación creciente. Muchos temen que esto siente un peligroso precedente para otras instituciones y dañe la reputación del sistema universitario de EE. UU. en el mundo.
Leo Gerden, estudiante sueco y activista, resumió el sentir de muchos:
“La administración Trump nos está usando como fichas de póker. Es extremadamente peligroso”.
Harvard, sin embargo, no está dispuesta a quedarse callada. Defiende a sus estudiantes y su visión de una educación sin fronteras.