Servio Cepeda Baré
!Buenos días amigos!… Hay fechas que no solo marcan el calendario; desgarran la conciencia. Cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el mundo se detiene para recordar que la herida abierta de la violencia de género aún sangra. Esta conmemoración no es un gesto protocolar, sino un llamado urgente a mirar de frente aquello que como sociedad todavía no nos atrevemos a resolver.
El asesinato de las hermanas Mirabal en 1960 —Patria, Minerva y María Teresa— no fue únicamente un crimen político; fue un símbolo inmenso de resistencia frente a la opresión, una luz que se niega a apagarse. Su muerte sigue siendo un espejo incómodo en el que vemos reflejada la violencia que persiste, disfrazada ahora de silencios, omisiones y normalidades que hemos aprendido a tolerar.
Por eso, este día interpela a todos: instituciones, comunidades y, de manera especial, a los hombres. No como espectadores de la tragedia, sino como actores necesarios en el desmontaje de patrones que sostienen la desigualdad. Erradicar la violencia requiere de un activismo cotidiano, de un respeto que se practica, de una igualdad que se defiende y de una consciencia que se educa.
En medio de este marco reflexivo, Santiago fue escenario de una celebración distinta, luminosa y simbólica. Cientos de personas participaron el domingo en la caminata «Un Paso por mi Familia 2025», un recorrido que partió del Estadio Cibao y concluyó en el Parque Central, convocado por la Arquidiócesis de Santiago.
Entre los asistentes estuvieron autoridades locales y nacionales, incluida la vicepresidenta Raquel Peña, acompañando a los ciudadanos en esta expresión colectiva de presencia y compromiso.
Esta caminata, que desde 2012 se realiza de manera simultánea en todo el país, alcanzó su versión número 14 reafirmando un mensaje que parece simple, pero es esencial: la familia sigue siendo la primera escuela de convivencia, afecto y dignidad social.
En su mensaje central, el arzobispo Freddy Antonio de Jesús Rodríguez recordó que la familia enfrenta desafíos profundos: el debilitamiento del matrimonio como alianza permanente, los estilos de vida sin compromiso, el irrespeto cotidiano, la violencia en los hogares y el abandono emocional. Señaló la urgencia de recuperar el sentido de pertenencia, de unidad y de responsabilidad afectiva.
Mientras estas voces resuenan en nuestro entorno, otro escenario mundial también aportó un símbolo inesperado. Celebro, a pesar de los comentarios adversos, la coronación de Fátima Bosh como Miss Universe. No la celebro por el brillo de una banda, sino porque su triunfo es una metáfora necesaria: no ganó un cuerpo, ganó una conciencia.
Fátima no encajó en un molde; desarmó el molde. Mostró que los cánones son espejos rotos cuando excluyen la diversidad de lo humano. Su victoria reivindica la autenticidad como herramienta de transformación, la vulnerabilidad como territorio de poder, la diferencia como lenguaje universal.
Aplaudo que sea una reina latina, con carácter, con causa y con una neurodivergencia que no limita, sino que expande. Ella no solo representa a México, sino a todas las mujeres —y a todas las personas— que han sido desafiadas por la vida y aun así deciden brillar con luz propia.
Y mientras las miradas se posan en los grandes escenarios, también en el ámbito profesional local emergen señales de compromiso. El doctor Erick Grullón, reconocido urólogo dominicano, presentó su candidatura a la vicepresidencia de la Sociedad Dominicana de Urología con una firme visión: construir una gestión equitativa, de oportunidades reales y de unidad gremial. “Vamos adelante, por una urología dominicana unida y en crecimiento”, expresó. Una apuesta que parece responder a ese mismo espíritu de renovación que tanto necesita el país.
En el hilo invisible que une estos tres escenarios —la lucha contra la violencia, la defensa de la familia y la celebración de la diversidad y el liderazgo— se dibuja una misma urgencia: construir un país más humano, menos hostil, más consciente de su historia y de su futuro.
Que este 25 de noviembre no sea solo memoria, sino movimiento. No solo duelo, sino decisión. No solo un día marcado, sino un punto de partida hacia una cultura donde la dignidad deje de ser un reclamo y se convierta en un hecho…Dios los bendiga en cada amanecer.
Fuente: La Informacion

