La historia del Louvre es, en sí misma, una obra de arte. Nació como fortaleza medieval, fue refugio de reyes y, siglos después, se convirtió en el museo más visitado del mundo. Pero, más de ocho siglos después de su origen, el antiguo palacio vuelve a estar en el centro de las noticias: un robo de joyas reales valoradas en más de 100 millones de dólares ha estremecido a Francia.
De fortaleza a templo del arte
Todo comenzó hacia el año 1190, cuando el rey Felipe II mandó construir una fortaleza a orillas del Sena para proteger París. Con el paso del tiempo, sus muros se transformaron en residencia real y símbolo de poder. Carlos V lo convirtió en castillo, Enrique II le dio un toque renacentista y Luis XIV lo amplió hasta las Tullerías. Pero la Revolución Francesa cambió su destino para siempre.
En 1793, el pueblo entró por primera vez donde solo los reyes habían pisado. Así nació el Museo del Louvre, con poco más de 500 obras que, con los siglos, se multiplicaron hasta superar las 500 mil piezas actuales.
Napoleón, la gloria y el saqueo
El emperador Napoleón Bonaparte llenó el museo con tesoros obtenidos en sus campañas por Europa. Pinturas, joyas, esculturas… todo lo que consideraba digno del imperio. Pero su derrota en Waterloo también trajo una humillación: las potencias aliadas exigieron la devolución del “botín cultural”. Irónicamente, entre las piezas robadas hace pocos días figuran joyas que el propio Napoleón regaló a su esposa María Luisa.
Una joya moderna entre misterios
En el corazón del museo brilla la pirámide de cristal, inaugurada en 1989. En su momento fue vista como una provocación, pero hoy es un ícono mundial. A su sombra, miles de visitantes se detienen frente a la Gioconda, aquella pintura que un día también fue robada y que gracias a aquel escándalo se convirtió en la más famosa del planeta.
Y no muy lejos de ella, la Venus de Milo sigue fascinando con su belleza incompleta. Nadie sabe con certeza qué sostenían sus brazos perdidos, pero su misterio sigue siendo parte esencial de la historia del Louvre.
Hoy, el museo que sobrevivió a guerras, revoluciones y emperadores, enfrenta un nuevo desafío: proteger su legado de los fantasmas modernos del crimen.

