Renuncias por dignidad
Las becas Fulbright, símbolo global del intercambio académico y del diálogo entre culturas, han entrado en una turbulencia sin precedentes. Una tormenta política amenaza con desdibujar su esencia.
Este miércoles, los doce miembros de la junta que supervisa el programa Fulbright para estudiantes extranjeros anunciaron su dimisión en bloque. La razón: la interferencia directa del Gobierno de Donald Trump, al negar becas ya concedidas a estudiantes seleccionados para el año académico 2025-2026.
La denuncia no es menor. Según los renunciantes, esta intromisión rompe la neutralidad que por más de siete décadas ha sido la columna vertebral del programa. Las becas Fulbright no deberían depender de ideologías, sino del mérito.
Un golpe al corazón del mérito
Los becarios excluidos, muchos de ellos en áreas cruciales como biología, arquitectura, ingeniería, música o medicina, habían pasado un largo y riguroso proceso de selección. Las decisiones políticas revirtieron lo que se logró con esfuerzo académico.
Peor aún: otros 1,200 seleccionados están siendo sometidos a revisiones que no han sido autorizadas por la junta, lo que siembra dudas sobre la continuidad del programa tal y como fue concebido en 1946.
Desde su creación, el espíritu de Fulbright ha sido claro: unir, no dividir. Por eso, más de 160 países —incluyendo República Dominicana— colaboran cada año para financiar este intercambio. De hecho, 35 gobiernos extranjeros aportan tanto o más que el mismo Estados Unidos.
Ahora, ese legado corre riesgo. La decisión del Gobierno de imponer filtros ideológicos y detener aprobaciones sin explicación ha dejado a muchos sin respuestas. La junta, en su carta de renuncia, fue clara: “Inyectar política y mandatos ideológicos en Fulbright viola la ley, socava el interés nacional y destruye la misión del programa”.
Fulbright es más que una beca. Es una idea. Una que hoy tambalea, no por falta de talento, sino por exceso de interferencia.
Con Información de Diario Libre