Para muchos visitantes del Louvre, el primer encuentro con La Gioconda de Leonardo da Vinci es desconcertante. No porque la pintura no sea una obra maestra, sino porque es… pequeña. La imagen más icónica del arte renacentista mide apenas 79 por 53 centímetros, dimensiones que contrastan con su inmensa fama.
La sorpresa es evidente. Los turistas que avanzan entre la multitud esperando una obra monumental suelen reaccionar con un gesto de incredulidad, seguido de un inevitable ¿es esto todo?. Y no es que el cuadro haya cambiado, sino que nuestra percepción ha sido moldeada por siglos de reproducciones, documentales, libros y campañas publicitarias que la han agrandado en nuestra imaginación.
Un retrato privado, no un mural
A diferencia de La Última Cena, también de Da Vinci, que se extiende por una pared entera en Milán, La Gioconda no fue concebida para el gran formato. Leonardo la pintó como un retrato personal, sin intención de exhibirla en un espacio público.
El encargo provino de Francesco del Giocondo, un comerciante florentino que quería un retrato de su esposa, Lisa Gherardini. Sin embargo, no existen registros de que la familia Giocondo recibiera la pintura. Leonardo la conservó hasta su muerte en 1519, y más tarde fue adquirida por el rey Francisco I de Francia, quien la llevó a la corte.
En la época, los retratos de medio cuerpo solían ser de dimensiones similares. El tamaño de La Gioconda era completamente normal para un encargo de este tipo. Lo que la hace extraordinaria es la maestría con la que fue ejecutada: el sfumato, la perspectiva atmosférica, la profundidad en los pliegues de la ropa y, por supuesto, la enigmática sonrisa que ha dado pie a tantas interpretaciones.
El Louvre y la fama desproporcionada
El Louvre, donde se exhibe desde el siglo XIX, ha jugado un papel clave en la construcción del mito de La Gioconda. Ubicada en una de las salas más concurridas, rodeada de barreras de seguridad, protegida por un cristal antibalas y flanqueada por una multitud de turistas que se turnan para tomar fotos, la pintura genera una expectativa inmensa.
El historiador del arte Martin Kemp ha señalado que "el tamaño no importa", refiriéndose a cómo la grandeza de La Gioconda no reside en sus dimensiones, sino en su técnica y su historia. Sin embargo, la cultura popular nos ha acostumbrado a asociar la importancia con la escala. En un museo lleno de lienzos gigantescos, la pequeña figura de Lisa Gherardini parece desentonar.
El futuro de La Gioconda: más espacio, mismo tamaño
Para mejorar la experiencia de los visitantes, el Louvre ha anunciado que La Gioconda será trasladada a una nueva sala bajo la Cour Carré, con acceso independiente. El proyecto, impulsado por el presidente francés Emmanuel Macron, busca ofrecer un ambiente más sereno y evitar la sensación de "turismo de masas".
El nuevo espacio contará con 2.000 metros cuadrados, casi el triple de la sala actual. Sin embargo, hay algo que no cambiará: el tamaño del cuadro. La sorpresa seguirá presente para quienes lleguen esperando encontrar una obra colosal.
La pintura que mide menos de un metro de alto ha trascendido su escala física. Y, aunque muchos visitantes sigan preguntándose por qué es tan pequeña, su influencia en el arte y la cultura sigue siendo inmensamente grande.
Con Información de Eldiario.es