Albert Pujols, uno de los más grandes peloteros dominicanos de todos los tiempos, enfrenta hoy una decisión tan difícil como simbólica: ¿debe dirigir al equipo dominicano en el próximo Clásico Mundial de Béisbol o considerar una tentadora oferta de los Angelinos de Los Ángeles para dirigir en las Grandes Ligas?
El puesto con los Angelinos parece una espada de doble filo: brillante y atractivo, pero sin garantías sólidas. La franquicia está en plena etapa de reconstrucción y, a corto plazo, luce lejos de ser competitiva en la exigente División Oeste de la Liga Americana. Aun así, el desafío podría resultar tentador para Pujols, quien siempre ha prosperado al asumir riesgos.
En la comunidad beisbolera dominicana, hay una firme creencia en su compromiso con la selección nacional, en esa coherencia y desprendimiento que ha demostrado cada vez que se trata de representar a su país. Su decisión de dirigir al Escogido fue una prueba de su humildad y entrega: cambió los jets privados por el autobús del equipo, demostrando que su amor por el juego está por encima del dinero y el estatus.
Por otro lado, se entiende que no mantiene deudas pendientes con los Angelinos. Su relación con esa organización fue puramente de negocios, muy distinta al vínculo emocional que comparte con los Cardenales de San Luis, su verdadero hogar, donde creció, triunfó y donde algún día tendrá una estatua en su honor.
A los 45 años, Pujols sabe que las oportunidades para dirigir en MLB son escasas —solo existen 30 puestos—, pero también comprende que el momento adecuado podría presentarse en cualquier instante. Mientras tanto, la Federación Dominicana de Béisbol observa con cautela: nombres como Fernando Tatis padre y Pedro Martínez surgen como posibles candidatos, aunque muchos ven en Gilbert Gómez al nuevo Manny Acta: joven, preparado y con una personalidad natural para liderar.