La reciente declaración de Donald Trump sobre su intención de indultar a Pete Rose ha reavivado el eterno debate sobre la exclusión del legendario beisbolista del Salón de la Fama. Rose, el máximo líder en hits de la historia de la MLB, fue vetado de por vida por apostar en partidos, una mancha que ha pesado más que sus logros dentro del terreno de juego.
El argumento de Trump es claro: Rose nunca apostó en contra de su equipo y, por lo tanto, su castigo ha sido excesivo. Sin embargo, la integridad del béisbol siempre ha sido un principio sagrado, y las reglas prohíben estrictamente cualquier forma de apuestas de jugadores o dirigentes. La confesión tardía de Rose en 2004, tras años de negación, tampoco ayudó a su causa.
Si bien el indulto de Trump puede limpiar su historial legal, no tiene influencia en la MLB ni en el Salón de la Fama, que sigue regido por reglas internas. ¿Debe Rose ser perdonado por la liga y entrar al templo de los inmortales? La respuesta depende de qué tanto valoramos la ética sobre el talento. Su exclusión ha sido un mensaje contra la corrupción en el deporte, pero también un castigo perpetuo a un jugador cuya grandeza es innegable.
El caso de Pete Rose es un dilema sin solución sencilla. Para muchos, ya ha pagado su deuda con el béisbol y merece su sitio en Cooperstown. Para otros, su ejemplo sigue siendo una advertencia sobre los riesgos de cruzar la línea de la integridad. Lo cierto es que, con o sin indulto, la historia ya lo tiene en sus páginas como uno de los mejores que jamás haya jugado.
Con Informacion Reuters / Espn