La historia del béisbol dominicano tiene un nombre que brilla en letras doradas: Osvaldo Virgil. Un día como hoy, 23 de septiembre de 1956, aquel joven nacido en Montecristi abrió una puerta que nunca más volvió a cerrarse. En el Polo Grounds de Nueva York, vistiendo el uniforme de los Gigantes, se convirtió en el primer dominicano en debutar en las Grandes Ligas.
El día que todo cambió
El debut fue modesto en números —se fue de 4-0 con un error a la defensa—, pero gigantesco en significado. Esa tarde, ante los Filis de Filadelfia, la República Dominicana entró oficialmente al mapa del béisbol organizado en Estados Unidos. La hazaña de Osvaldo Virgil fue mucho más que un turno al bate: fue la chispa de un sueño colectivo.
Pocos días después, el 30 de septiembre, conectó su primer hit en las Mayores: un triple que empujó carrera y quedó registrado como la primera conexión de un dominicano en ese escenario. Con ese batazo, empezó a escribirse una de las páginas más gloriosas del deporte nacional.
Legado imborrable
Virgil jugó nueve temporadas en las Grandes Ligas con equipos como los Tigres de Detroit, Atléticos de Oakland y Orioles de Baltimore. Cerró su carrera con promedio de .231, pero su valor va más allá de cualquier estadística. Fue pionero, maestro y símbolo.
Hoy, 23 de septiembre, República Dominicana celebra el Día Nacional del Pelotero, instaurado en su honor. Y a 69 años de aquel debut, el país está a punto de celebrar al pelotero número 1000 en MLB. Todo comenzó con él, con Osvaldo Virgil, el hombre que abrió las puertas de un destino.

