Un líder que renunció al poder del dinero
José «Pepe» Mujica ha muerto. Tenía 89 años. Fue guerrillero, presidente de Uruguay y una figura que marcó la historia de América Latina con su vida sencilla y sus ideas profundas.
Pepe Mujica padecía cáncer de esófago, enfermedad que en las últimas semanas se había agravado con metástasis al hígado. La noticia de su fallecimiento fue confirmada por el actual presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, quien escribió: “Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por tu amor al pueblo.”
No fue un político común. Fue un hombre que vivió como pensó. Que desde su casita humilde en las afueras de Montevideo, y con su perra Manuela al lado, enseñó al mundo que la política puede hacerse sin lujos y con el corazón.
Una vida que dolió y enseñó
Estuvo preso 13 años, gran parte en condiciones inhumanas durante la dictadura. Salió libre y eligió abrazar la democracia. Fue senador, ministro y presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Sin embargo, nunca se dejó llevar por las tentaciones del poder.
Donó la mayoría de su sueldo como mandatario. Rechazó los privilegios y criticó sin rodeos a los políticos que viven para enriquecerse. Por eso el mundo lo conoció como “el presidente más pobre”, aunque fue, quizás, uno de los más ricos en valores.
En sus últimos días, decidió no tratar su enfermedad. “Mi cuerpo no lo resistiría”, dijo. Solo pidió que lo dejaran en paz. Quería despedirse tranquilo, en su jardín, bajo el árbol que él mismo plantó, junto a su compañera de vida, Lucía Topolansky, y al recuerdo de Manuela.
Pepe Mujica se ha ido, pero deja un legado enorme: luchar, resistir y vivir con dignidad.
