Estamos inmersos en la Semana Santa, un período en el que todos los sectores de la sociedad, de una manera u otra, nos vemos inmersos en un cambio en nuestros hábitos cotidianos.
Durante estos días, las labores en el aparato productivo y estatal quedan prácticamente paralizadas desde el miércoles hasta el jueves santos, hasta el próximo lunes, cuando todo vuelve a la normalidad.
Salvo las instituciones de servicios que no pueden cerrar sus puertas, la Semana Mayor implica unas vacaciones casi colectivas.
Esta situación invita a todos a sumarnos a las diferentes opciones que se presentan, acorde con nuestros credos religiosos, situación económica y otros aspectos de la vida.
Los creyentes católicos asumen estos días como la mejor forma de reafirmar su fe y su acercamiento espiritual hacia el redentor, hacia aquel que se despojó de su linaje divino para hacerse uno más de los humanos.
En menor medida, asumen una mayor actividad religiosa las congregaciones cristianas no católicas, que, a decir verdad, cuentan con una parte importante de la sociedad dominicana.
Por otro lado, muchos otros, incluyendo a creyentes, buscan divertirse, descansar y salir de los lugares donde habitan, lo que genera un fuerte movimiento humano en calles y carreteras.
Sin importar la actitud que cada quien asuma, es importante hacer un ferviente llamado a la cordura, al comedimiento y al respeto a las normas de convivencia para preservarnos física y espiritualmente.
Que así sea.