Por. Redacción Expresión Libre.
Los vendedores de agua «hacen su agosto» en diciembre, mientras los llamados a resolver el problema simplemente lo asumen como algo normal.
Los barrios están indignados, el centro del pueblo también. Los ricos compran camiones de agua, mientras los pobres rezan para que llueva, recordando cómo era el agua.
La mal llamada «sociedad civil» no se involucra en este tema; los políticos la han descerebrado y hoy solo queda el recuerdo de su prestigio pasado.
Las juntas de vecinos ni siquiera parecen darse cuenta de que el pueblo no tiene agua; dedican su tiempo a asistir a reuniones con funcionarios que no resuelven nada, por lo que no se sienten afectadas por esta calamidad que golpea a San José de las Matas.
Las iglesias, amén, reciben un camión de agua enviado por Coraasan, al igual que la Policía y el sector salud. Con esto, contrarrestan cualquier iniciativa de protesta, mientras el pueblo solo agradece a San Isidro Labrador que se acuerde de los pobres cuando hay ciclones y tormentas.
¿Será esto un castigo del Señor, o una decisión de nuestros políticos, malos de nacimiento, para condenar a San José de las Matas a no tener agua?
Ya no caben más mentiras. Tras tantas falsas promesas, los comunitarios rehúsan reunirse con autoridades y políticos.
¡Qué lejos se nos han puesto las montañas de Quisqueya! Aquellas que, en su momento, despertaron tanta conciencia en un pueblo que, como el nuestro, está cargado de episodios importantes en las luchas libertarias.
Agua, no más mentiras de Coraasan y sus autoridades. Eso es lo que el pueblo exigirá.