El eco del silencio
La tragedia del Jet Set ha dejado una marca imborrable en la historia reciente de la República Dominicana. Han pasado siete meses desde aquella fatídica madrugada que cambió todo. Siete meses sin respuestas. Siete meses sin justicia. Hoy, el recuerdo del colapso de la icónica discoteca sigue vivo en la memoria de un país que no olvida.
Doscientas treinta y seis vidas se apagaron en un instante, cuando el techo del Jet Set se derrumbó durante un “lunes bailable” que prometía diversión y se tornó en horror. Era la noche del 8 de abril. Rubby Pérez, “la voz más alta del merengue”, estaba cantando junto a su hija cuando el techo se vino abajo sobre cientos de personas. La fiesta se convirtió en una pesadilla.
Entre las víctimas se encontraban figuras queridas de diversos ámbitos: el expelotero Octavio Dotel, el diseñador Martín Polanco, la gobernadora Nelsy Cruz, el mayor general José Luis Domínguez Castillo, y los empresarios Eduardo y Joanna de Grullón, entre otros. El Jet Set, un símbolo de diversión durante más de medio siglo, se transformó en ruinas, en un cementerio improvisado, en una herida abierta.
Justicia en cámara lenta
El Ministerio Público ha acusado a los propietarios del lugar, Maribel y Antonio Espaillat, de homicidio involuntario. Ambos están enfrentando el proceso en libertad bajo fianza. A pesar de la magnitud del caso, el avance es desesperantemente lento. Los familiares de las víctimas sienten que el tiempo no solo borra las huellas del desastre, sino también la esperanza de que alguien rinda cuentas.
Las investigaciones han revelado que el techo estaba sobrecargado con equipos de climatización y tinacos de agua, sin estudios técnicos que garantizaran su seguridad. Se ignoraron advertencias internas y se recortaron costos. El resultado fue devastador.
Los informes de los peritos designados por el Ministerio Público —Leonardo de Jesús Reyes Madera, Eduardo Fierro y Máximo Corominas Quezada— confirmaron lo que se temía: la estructura no podía soportar el peso.

