Durante décadas, la impunidad ha cubierto los crímenes de la dictadura militar brasileña (1964-1985). Los responsables de desapariciones forzadas y asesinatos nunca enfrentaron la justicia debido a una ley de amnistía aprobada en 1979, que protegió tanto a disidentes como a militares. Sin embargo, la película Aún estoy aquí ha desatado un cambio sin precedentes, avivando el debate nacional y provocando una revisión histórica que podría reescribir el legado de ese período oscuro.
El impacto de una historia silenciada
Protagonizada por Fernanda Torres y nominada al Oscar, la película narra el asesinato del diputado Rubens Paiva a manos del ejército en 1971. Más allá de su éxito en taquilla y crítica, el filme ha generado un terremoto político. Su impactante escena final recuerda que los cinco soldados acusados nunca fueron castigados, un recordatorio de la impunidad que aún persiste en Brasil.
El Supremo Tribunal Federal de Brasil ha respondido a la presión pública y decidió revisar la revocación de la amnistía de los militares acusados del asesinato de Paiva y otros dos opositores del régimen. Esta decisión, inédita en la historia brasileña, se produjo luego de que en diciembre un juez citara explícitamente Aún estoy aquí al recomendar retirar la amnistía en otro caso de la dictadura.
Un fenómeno cultural que reabre heridas
El impacto del filme no se ha limitado a los tribunales. Desde su estreno en noviembre, las autoridades han corregido certificados de defunción de víctimas, ahora señalando explícitamente que murieron a manos del Estado. Además, se han reabierto casos archivados y se han organizado manifestaciones frente a las casas de exmilitares involucrados en crímenes de la dictadura.
Marcelo Rubens Paiva, hijo del diputado asesinado, destaca que la película ha logrado algo inédito: unir a la sociedad brasileña en un reclamo de justicia. “Brasil todavía tiene muchas heridas abiertas”, dijo.
Fernanda Torres, cuya interpretación de Eunice, la viuda de Paiva, ha sido ampliamente elogiada, resalta la capacidad del cine para generar cambios. “Es un fenómeno cultural que ha hecho reflexionar a la sociedad sobre qué tipo de país queremos”, afirmó.
La sombra de Bolsonaro y la lucha por la memoria
El estreno de la película coincidió con nuevas acusaciones contra el expresidente Jair Bolsonaro, quien enfrenta cargos por planear un golpe de Estado tras perder las elecciones de 2022. Esto ha intensificado el debate sobre la impunidad, con multitudes coreando “No a la amnistía” en conciertos y protestas.
A diferencia de países como Argentina o Chile, donde se han juzgado crímenes de dictaduras militares, Brasil nunca ha responsabilizado a los culpables. La transición a la democracia estuvo controlada por la misma junta militar que dictó la amnistía, equiparando a víctimas y perpetradores.
Sin embargo, Aún estoy aquí ha dado un vuelco a la narrativa. En diciembre, el juez Flávio Dino argumentó que, al no haber encontrado los cuerpos de muchas víctimas, los crímenes de la dictadura siguen vigentes y, por tanto, deben ser juzgados. El Supremo Tribunal Federal ahora decidirá si el caso de Paiva sienta un precedente para al menos 41 crímenes más.
Un ajuste de cuentas largamente esperado
Como un gesto simbólico, el gobierno ha corregido 434 certificados de defunción de víctimas de la dictadura, reconociendo la responsabilidad del Estado. También se ha reabierto la investigación sobre la muerte del expresidente Juscelino Kubitschek, que pudo haber sido un asesinato político.
El expresidente Bolsonaro ha atacado la película, calificándola de propaganda política. Sus seguidores han intentado boicotearla, pero Aún estoy aquí ha recibido el respaldo del presidente Lula da Silva, quien la describió como “un orgullo nacional”.
A pesar de la tardanza en hacer justicia, Marcelo Rubens Paiva se mantiene optimista. “Más vale tarde que nunca”, dice. “Pero, ¿por qué ha tomado tanto tiempo?”.
Un legado que no se puede borrar
La lucha por la memoria y la justicia en Brasil ha encontrado un inesperado aliado en el cine. Aún estoy aquí no solo ha sacudido a la sociedad, sino que ha puesto en jaque una ley que ha garantizado la impunidad por casi 50 años.
La pregunta ahora es si Brasil finalmente enfrentará su pasado o si, como en otras ocasiones, la historia quedará impune.
Con Información de The New York Times