Thunder campeón. Tres palabras que ya forman parte de los libros dorados de la NBA. Oklahoma City lo logró. Con un equipo joven, corazón grande y un líder imparable como Shai Gilgeous-Alexander, el Thunder venció 103-91 a los Indiana Pacers en un inolvidable Juego 7.
No fue solo un título. Fue el primer anillo desde su mudanza desde Seattle. Fue la validación de un proyecto valiente, que apostó por el desarrollo y el talento emergente. Thunder campeón, sí, pero también futuro asegurado.
Una noche para no olvidar
La tensión se sintió desde el salto inicial. Indiana arrancó fuerte, impulsado por un encendido Haliburton. Pero el destino tenía otros planes: una lesión en su pantorrilla derecha lo sacó del juego en el primer cuarto. El silencio en el PayCom Center fue absoluto. Y aunque los Pacers pelearon con orgullo, ya nada fue igual.
Shai tomó las riendas. Repartió juego, defendió con el alma y metió los tiros justos. Jalen Williams y Chet Holmgren respondieron. La defensa subió de tono. Y cuando llegó el último cuarto, Oklahoma City ejecutó con frialdad de campeón.
El sonido final de la bocina desató una celebración largamente esperada. Lágrimas, abrazos y esa imagen que quedará grabada para siempre: Shai con los brazos al cielo, mirando al techo del estadio, como buscando a los viejos fantasmas de Seattle… y diciendo: «Misión cumplida».