En medio de una creciente tensión en frontera, la voz del Instituto Duartiano ha sonado fuerte y clara. Su presidente, Wilson Gómez, no titubeó al responder al artículo publicado por Vatican News, el portal de noticias del Vaticano que calificó la situación de los migrantes haitianos en suelo dominicano como una “crisis humanitaria ignorada”.
Gómez no solo negó las acusaciones, sino que las tildó de parte de una campaña para desacreditar internacionalmente a la República Dominicana. Y fue más lejos: “Este país ha sido uno de los principales aliados de Haití en sus momentos más críticos”, subrayó.
Pero, ¿qué provocó esta respuesta tan directa? El artículo firmado por la periodista Greta Giglio hablaba de más de un millón de haitianos en condición de “refugiados” y denunciaba una situación de “vulnerabilidad extrema”. Entre los testimonios, una misionera scalabriniana relataba cómo mujeres haitianas embarazadas evitaban hospitales por temor a ser deportadas.
El Instituto Duartiano lo desmiente y contraataca. Para ellos, esas versiones distorsionan los hechos y omiten décadas de solidaridad dominicana.
¿Defensa de la patria o falta de empatía?
Aquí está el dilema. Por un lado, el Instituto defiende lo que considera una política legítima: regular la migración, cuidar la frontera, exigir responsabilidades al empresariado. Por el otro, sectores como la Iglesia Católica piden más inclusión, más compasión y menos expulsiones.
En ese cruce de caminos, está la historia de dos naciones hermanas, unidas por una frontera pero separadas por profundas diferencias sociales, económicas y políticas.
El llamado del Instituto es claro: iniciar una ofensiva diplomática que muestre al mundo la realidad dominicana y, al mismo tiempo, fortalecer el espíritu patriótico sin caer en la intolerancia.