Felipe de Js. Colón.
La Conferencia del Episcopado Dominicano, en su reciente comunicado ha externado algunas consideraciones en materia de políticas migratorias, a la luz de las Sagradas Escrituras y de la doctrina social de la Iglesia. Nuestro país vecino, Haití, por la situación de pobreza y de inseguridad deciden, muchos de ellos, emigrar a nuestro país, la gran mayoría de forma ilegal. La preocupación de nuestros pastores se debe a que la forma en las autoridades dominicanas aplica las leyes en materia migratoria que rayan en el irrespeto a la persona humana. No es justo ejecutar deportaciones arbitrarias. Llegan las autoridades a una casa, o un centro de trabajo, o en la misma calle, lo montan al camión, sin considerar que ese ilegal haitiano tiene familia, esposa, hijos, y lo separan, sin remediar palabras.
Los ilegales haitianos, llegan por la frontera, que según los obispos se ha convertido en un escenario de corrupción, donde los llamados a custodiarlas se conviertan en mercenarios. Es que ciertamente que el que se afana por la riqueza desmedida no mide consecuencias.
Al ser humano se le debe tratar con respeto, de lo contrario se le estaría faltando a su dignidad humana, que ha sido dado por el mismo Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1930, nos dice: “El respeto de la persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad de criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la legitimidad moral de toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en su legislación positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral. Sin este respeto, una autoridad sólo puede apoyarse en la fuerza o en la violencia para obtener la obediencia de sus súbditos. Corresponde a la Iglesia recordar estos derechos a los hombres de buena voluntad y distinguirlos de reivindicaciones abusivas o falsas.
El respeto a la persona humana supone respetar este principio: «Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida (cf. CCE # 1931).
El papa Francisco sostiene que la emigración es un escándalo social, debido a que la persona que emigra, abandonando su patria de origen, no lo hace por placer sino por extrema necesidad. El derecho a la subsistencia, es inalienable a la persona.
El Romano Pontífice, sostiene que “Migrar debería ser siempre una decisión libre; pero, de hecho, en muchísimos casos, hoy tampoco lo es. (…) Los migrantes escapan debido a la pobreza, al miedo, a la desesperación. Para eliminar estas causas y acabar finalmente con las migraciones forzadas es necesario el trabajo común de todos, cada uno de acuerdo a sus propias responsabilidades. Es un esfuerzo que comienza por preguntarnos qué podemos hacer, pero también qué debemos dejar de hacer”.
Finalmente, nuestros pastorales reiteran a la comunidad internacional que no se olviden de Haití, y que hagan el esfuerzo de cumplir con los acuerdos concertados, y que tiene como objetivo superar la crisis humanitaria, social, económica e institucional que el país hermano y vecino está enfrentando. Que Dios ampare a los haitianos que emigran buscando mejor vida propia y la de su familia.
Fuente: La Información