Este es un caso que ha sacudido los cimientos del béisbol en la República Dominicana y ha dejado una profunda tristeza en el mundo deportivo: la trágica muerte de Ismael Ureña Pérez, un joven de apenas 14 años que soñaba con alcanzar las Grandes Ligas. Su caso destapa una cruda realidad: la presión y la explotación en academias que, supuestamente, deberían formar y proteger a estos jóvenes.
La historia de Ismael y los abusos que él y sus hermanos padecieron en busca de un sueño reflejan el lado oscuro de un sistema que, en muchos casos, pone el éxito y el beneficio económico por encima de la salud y el bienestar de adolescentes en pleno desarrollo. En esta ocasión, Yordy Cabrera, un exjugador y líder de la academia donde ocurrió el hecho, enfrenta serias acusaciones y procesos legales, cuestionando el papel de estas academias en la formación ética y segura de los jóvenes talentos.
Esta tragedia no solo exige justicia para Ismael, sino que también impulsa un llamado urgente a las autoridades dominicanas, en particular a la Procuraduría de Niños, Niñas y Adolescentes, para que se tomen medidas de control y supervisión estrictas en estas instituciones. No podemos ignorar el hecho de que los esteroides, como el Bodedone, un anabólico destinado a animales, sean utilizados de manera irresponsable, exponiendo a los menores a riesgos gravísimos para su salud y su futuro.
Además, este caso debe resonar a nivel internacional. Las Grandes Ligas y la comunidad beisbolera global deben ser conscientes de las condiciones en las que muchos jóvenes dominicanos desarrollan sus talentos. La responsabilidad no es solo local; es un deber compartido asegurar que la búsqueda del próximo gran pelotero no se convierta en una cadena de abusos y explotación.
Con el respaldo del abogado José Orlando Aracena y de la Fundación Familia Sin Violencia, se espera que este caso represente un cambio en la manera en que se manejan las academias de béisbol. Necesitamos regulaciones claras, supervisión y compromiso para que historias como la de Ismael no se repitan.
Al final del día, detrás de cada joven pelotero hay una vida que merece respeto y protección. Esta tragedia debe servir como una advertencia y un impulso para crear un cambio verdadero en el sistema, honrando la memoria de Ismael y construyendo un camino seguro y justo para los futuros talentos del béisbol en la República Dominicana.
Con Información de Diario Libre