En un mundo cada vez más golpeado por el cambio climático, el Día del árbol no es solo una fecha simbólica. Es un llamado. Una pausa necesaria para reconocer que cada árbol es mucho más que un tronco con ramas y hojas. Es sombra, es oxígeno, es casa para aves, es alimento, es vida.
Celebrado en República Dominicana cada 5 de mayo desde 1957, este día nació por decreto, pero debe florecer por conciencia. Porque hoy más que nunca, sembrar un árbol es sembrar futuro. Y cuidarlo, es proteger lo que nos queda.
Árboles: pulmones verdes y guardianes del planeta
Los árboles son héroes silenciosos. Purifican el aire, regulan la temperatura, detienen la erosión, absorben la humedad de las lluvias y dan equilibrio al ecosistema. Algunos, como los frutales, alimentan a millones. Otros, como las caobas o los eucaliptos, generan empleo y producción con su madera.
Pero no todo es verde en el paisaje. La tala indiscriminada sigue devorando bosques enteros. Miles de árboles caen cada año por el avance urbano y la explotación desmedida. Y con ellos, se van las lluvias, se elevan las temperaturas, se pierden especies.
Por eso, el Día del árbol no puede quedarse en una fecha decorativa. Debe ser una siembra real de compromiso. Desde las escuelas hasta las grandes ciudades, plantar un árbol es un acto de amor por la tierra. Y en tiempos donde el cemento y el asfalto queman bajo el sol, cada hoja nueva es una caricia al ambiente.
Sembrar un árbol hoy no solo embellece el paisaje: salva al planeta, alivia el calor, da frutos mañana. Cuidar los árboles es cuidar nuestras raíces. Literalmente.