Lidia Melania Emeterio Rondón
El mes de enero es un mes que atesora importantes fechas de la historia dominicana. Son hechos trascendentes que hablan de lo tesonero que ha sido el pueblo dominicano en procura del bienestar y dignidad colectiva. Entre estas fechas se halla el 16 de enero del 1844, fecha en que se dio a conocer el Manifiesto de los Trinitarios, un documento que detalla con precisión los motivos por los cuales había que independizarse de los haitianos. Culminan las celebraciones del mes con la conmemoración del 26 de enero, fecha en la cual nació en Santo Domingo en 1813, Juan Pablo Duarte y Díez, el patricio. Esta conmemoración, junto a la del 27 de Febrero nos conducen a los cimientos más connotados del nacimiento de la República Dominicana. Esas fechas llevan implícitas un concepto de país libre, soberano, próspero e independiente, toda una conceptualización nacida del pensamiento de Duarte.
Juan Pablo Duarte simboliza los ideales más nobles y elevados que pueda tener un ser humano que ama decididamente a la tierra que le vio nacer. La grandeza de este hombre radica en sus ideales y la persistencia para llevarlos a la práctica, por lo que luego de concebirlos le dio forma a través de la organización de la Trinitaria. Fue el suyo un ideal de independencia plena, concebido al fragor de la ocupación haitiana todopoderosa en armas, experiencias de guerra, población numerosa, y poder de dominio. Eran ideales de un joven que para algunos, era iluso, soñador, inmaduro, y hasta cabeza caliente. Pero no, el tiempo evidenció que era un hombre convencido de lo que se debía hacer para salir de los haitianos, y resurgir como un país independiente. Su optimismo parecía mucho más grande que las posibilidades objetivas del momento.
Cuando Duarte fundó la Sociedad Secreta la Trinitaria mostró su estrategia política con miras a liberar el territorio de la invasión haitiana instalada desde el 1822, y hacer de nuestro espacio territorial un país independiente de cualquier potencia extranjera. Esa usurpación del territorio, a juzgar por el documento, MOTIVOS DE INDEPENDENCIA, “ERA EL YUGO MÁS PESADO Y DEGRADANTE”. En su ideario quedó plasmada la profundidad, el compromiso, y la sapiencia política junto al ideal de patriótico del que nunca renegó, ni aún en las peores circunstancias que la vida le aguardaba. El “Nunca me fue tan necesario el tener salud, corazón y juicio, hoy que hombre sin juicio y sin corazón atentan contra la salud de la patria”, fue más allá del momento en que concibió esa posibilidad, pues a lo largo de la historia dominicana, y en el presente mismo, es lo que de manera deliberada, ha ocurrido.
Duarte, así como fue el más devoto gestor de la fe en el porvenir dominicano, es también el dominicano más traicionado por los propios dominicanos. La traición a la Patria es un mal enquistado, porque si, en muchos cerebros conocedores de los ideales duartianos y trinitarios, y como son auténticos Judas, quizá sean ellos los primeros en llegar a este 26 de enero a depositar una ofrenda floral ante el Altar de la Patria, y del ilustre Juan P. Duarte. Son ellos los que han contrariado, negado y renegado, en los hechos, a Duarte. El Patricio dijo que “Entre República Dominicana y Haití no era posible una fusión” pero los traidores han hecho lo posible para que resulte lo contrario, pero a favor de los enemigos históricos. La traición ha diseñado, en complicidad con organismos internacionales, un modelo de fusión a la altura de los intereses haitianos en el país. Por eso los haitianos, paulatinamente, se han ido adueñando de las aulas escolares, los hospitales, incluidos los servicios de parturientas, los trabajos de la construcción en un momento en que este sector es pujante. A esto se le suma que muchos de los crímenes que comenten contra dominicanos, quedan en un limbo judicial. Lo aquí citado, no es todo, solo son algunos ejemplos.
Esta es una realidad degradante y contradictoria con relación a los pilares históricos fundacionales de este país. La traición coloca a Rep. Dom. como un conglomerado humano carente de dignidad y de memoria histórica, y sobre todo, indigno de rendir culto a Duarte y a los Trinitarios, pues contrariando al símbolo mayor del patriotismo, y sus ideales, el país está invadido de haitianos, quienes además se sienten en libertad de masacrar, degollar y hacer sucumbir a dominicanos/ as de todas las clases sociales, y como respuesta institucional, solo se ve la complicidad a favor de estos extranjeros, y la desprotección evidente del Estado a sus ciudadanas/ 0s.
Es por esta y todas las demás razones existentes, que desde hacen ya varios años estamos proponiendo que, tanto el 26 de enero como el 27 de Febrero, las conmemoraciones deben prepararse como actos de desagravio en el Altar de la Patria, y en todo país. Esas ofrendas florales, un Te Deum en la Catedral, marchas, y todos los discursos pronunciados, resultan en comedia y vaciedad. Lo que hay que ofrendarle a Duarte y a la raza inmortal, Los trinitarios, es un país desocupado de estos invasores y usurpadores de nuestro patrimonio histórico, y del Presupuesto Nacional, y en esa misma dirección, sanciones ejemplares para los traidores civiles, militares, políticos, pues “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y nobles dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.
Hay que darle coherencia a cada acto en la vida. Hagamos actos de desagravios por la traición de la clase política, académica, profesoral, intelectual, eclesial y gremial, e incluso buena parte de la ciudadanía misma por su aquiescencia, sumisión, indiferencia y falta de memoria histórica que no le ha permitido defender sus intereses y soberanía separándolo totalmente de los intereses de aquellos.
Fuente: La Información