El béisbol dominicano vuelve a quedar bajo la sombra de un escándalo en las Águilas. Fabio Augusto Jorge, actual tesorero y accionista del equipo cibaeño, está siendo investigado por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) y la Fiscalía del Distrito Sur de Florida por presunto tráfico de drogas.
La Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) confirmó en un comunicado que colabora con las autoridades estadounidenses “desde hace varios meses” en la investigación. Jorge, además de su papel dentro de la organización deportiva, fue hasta mayo de este año asesor del Poder Ejecutivo para las zonas francas.
Una institución en medio de la tormenta
El caso ha generado un terremoto mediático que trasciende el terreno de juego. Ante la magnitud de las acusaciones, las Águilas Cibaeñas emitieron un comunicado oficial en el que informan que Jorge tomará una licencia temporal de sus funciones, mientras avanza el proceso judicial.
El texto del club enfatiza su “apego a la ética y al respeto de los procesos” y afirma confiar plenamente en que las autoridades esclarecerán los hechos “con total transparencia”. Además, el conjunto reitera su compromiso con los valores que lo han caracterizado a lo largo de su historia: honestidad, disciplina y responsabilidad institucional.
“Queremos asegurar a nuestros aficionados y socios comerciales que las operaciones deportivas y administrativas del equipo prosiguen su curso normal”, expresa el comunicado, que busca transmitir calma a una fanaticada acostumbrada a ver en las Águilas mucho más que un equipo: un símbolo del béisbol nacional.
Impacto en la imagen del béisbol dominicano
El escándalo en las Águilas no solo salpica a una de las franquicias más queridas del país, sino que también reabre el debate sobre los vínculos entre el poder económico, la política y el deporte.
Aunque la investigación está en marcha y Fabio Augusto Jorge mantiene su presunción de inocencia, el golpe a la credibilidad institucional es innegable. En un momento en que el béisbol busca fortalecer su imagen, estos hechos obligan a mirar con lupa la conducta de quienes manejan los destinos de los equipos más emblemáticos.
Mientras la justicia avanza, las Águilas intentan mantener su vuelo estable, recordando que la transparencia —como en el deporte— no se negocia.