Inés Aizpún
No puede ser casualidad que en el lapso de tres o cuatro semanas hayan circulado campañas difamatorias contra una ex ministra, una ex viceministra y la primera dama de la República.
En tres tonos diferentes. La primera, cuestionando su honestidad después de haber dejado el cargo. Mientras lo ocupó nadie habló de irregularidades, independientemente de que su gestión gustara o no. La segunda, de una bajeza nunca antes vista en el creativo mundo de los rumores; ha sido un ataque personal repugnante. Y la tercera, una maniobra de «comunicación» manejando medias verdades sacando de contexto y tiempo frases e informaciones para cuestionar su labor.
No es casualidad y que haya ocurrido no es algo fuera de lo probable en el peligroso mundo mediático que se ha construido.
Hay que dejar de hablar de medios tradicionales y nativos digitales. Se impone enfrentar con honestidad a los medios, periodistas, comunicadores, talentos, influencers… que utilizan su audiencia para chantajear, extorsionar o sencillamente difamar por el placer de hacerlo. El «cuarto poder» significa otra cosa.
Esto no surge de un día para otro. Lo saben los políticos y los empresarios que han pagado unas veces para que hablen de ellos y otras para que ni se les mencione. Era cuestión de tiempo que el manejo y las tarifas se salieran de control. Era fácil mantener un equilibrio cuando los medios eran pocos y tenían dueño responsable. Hoy la tecnología ha democratizado el acceso a los micrófonos y los espacios y los tiempos son un multiverso.
Es el momento de recoger. El periodismo tiene muchos géneros y la comunicación todavía expande más las posibilidades. Ahora hay quien trabaja un «periodismo de extorsión» como si, por habitual, fuera algo legítimo. Como si ejercieran el derecho a la libre expresión. Y no, ese no es el cuento.
Fuente: Diario Libre