Las cooperativas: Motor de desarrollo y necesidad de regulación equilibrada

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Las cooperativas en la República Dominicana han demostrado ser una pieza clave en la inclusión financiera, el desarrollo comunitario y la generación de oportunidades económicas para miles de ciudadanos. Sin embargo, es innegable que su regulación debe modernizarse para garantizar mayor transparencia y seguridad para sus socios.

El artículo El peligro de las cooperativas plantea preocupaciones legítimas sobre la supervisión de estas entidades, pero es importante matizar la discusión. Si bien la legislación que las rige tiene más de seis décadas y requiere ajustes, no se puede ignorar el impacto positivo que han tenido en comunidades donde la banca tradicional no llega o donde el crédito es inaccesible para muchos ciudadanos.

A diferencia de los bancos comerciales, cuya principal motivación es la rentabilidad, las cooperativas operan bajo un modelo de propiedad colectiva, donde los mismos socios son dueños y beneficiarios. Esto les permite ofrecer tasas más competitivas y condiciones más flexibles, lo que ha sido un alivio financiero para sectores de bajos y medianos ingresos. Además, han jugado un rol fundamental en el fomento de la cultura del ahorro y la educación financiera en el país.

Sin embargo, el crecimiento acelerado del sector y la falta de una supervisión más estricta han generado desafíos que no pueden ser ignorados. Existen casos documentados de fraudes y malas prácticas que afectan la confianza en el sistema cooperativo. Es por esto que la solución no debe ser demonizar a las cooperativas, sino fortalecer su marco regulatorio sin desnaturalizar su esencia solidaria.

Ciertamente, la ausencia de controles rigurosos puede abrir espacios para el mal uso de estos fondos, pero es incorrecto generalizar y suponer que todas las cooperativas son susceptibles de servir como vehículos de lavado de activos. Muchas de ellas cumplen con estándares de transparencia y están comprometidas con la ética y el desarrollo sostenible.

En lugar de equipararlas a los bancos comerciales, la reforma debe considerar la naturaleza específica del sector cooperativo. Un modelo de supervisión especializado, con auditorías periódicas, mayor rendición de cuentas y mecanismos que protejan a los socios sin sofocar la operatividad de estas entidades, sería una solución más equilibrada.

El reto está en encontrar un punto medio entre regulación y autonomía. Las cooperativas han sido esenciales para la economía del país y su impacto positivo no debe ser opacado por casos aislados de mala gestión. Con reglas claras y modernizadas, pueden seguir siendo un pilar para el desarrollo financiero y social de la República Dominicana.

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