Rafael A. Escotto
A Lincoln López, Rafaelito Mirabal, Johnny Guerrero, Damián Arias Matos, Ruth Esther De León Liz, Edwin Espinal Hernández, Marlon Anzellotti González, Luis Rafael Arzeno Perdomo.
Pocas veces en la historia humana unos aplausos han tenido la fuerza de producir el milagro de la resucitación noventa y cinco años después de ocurrida la inhumación de una creación poética, cuya prosa la patria se tornó agigantada y se hizo colosal en el solar hispanoamericano.
Tampoco se había presenciado a una comunidad de hombres y mujeres empinarse sobre su propia y grandiosa generosidad para conmemorar majestuosamente la gratitud adeudada a la cultura de un ser humano que vivió dentro de ellos y cuya nobleza supo impresionar a una comunidad situada entre perfumados pinares y cedros gigantes en el saludable y acogedor Municipio de San José de Las Matas.
La prolifera vida poética de José Virgilio Martínez Reyna fue admirablemente celebrada y expuesta ante un público selecto reunido bajo el auspicio plausible de la Cooperativa San José, con la colaboración patrimonial del Archivo Histórico de Santiago y la Alcaldía del Municipio, para presentar la ingente obra literaria que reposaba anhelante, esperando el espíritu consagrado de un investigador diligente y animoso que recogiera de los ficheros nacionales el legado poético que se puso en circulación aquella noche bajo el título Virgilio Martínez Reyna, antología poética.
El copioso material recopilado y publicado brillantemente en este libro de ciento sesenta y tres páginas, con una portada preciosísima fruto del genio creativo del autor doctor Piero Espinal Estévez y la editora OPUS, de San José de Las Matas, tiene un valor trascendental, tanto para los lectores habituales de estas clases de obras, como para la memoria histórica.
Al acto asistieron parientes cercanos del autor, quienes ofrecieron su testimonio sobre la vida, obra literaria y martirio padecido por don Virgilio durante el periodo político que le tocó vivir en el régimen despiadado de Rafael Leónidas Trujillo.
El editor del libro «Virgilio Martínez Reyna, antología poética» ofreció una enjundiosa y bien detallada historiografía social y política del escritor homenajeado en una deslumbrante celebración postrimera del ciento cuarenta aniversario de su natalicio.
Se destacó allí, con suma tristeza, la manera que fue asesinado don Virgilio Martínez Reyna en su residencia veraniega de San José de Las Matas; el público presente lucía asombrado y sus rostros apenados, como si estuvieran observando la crucifixión de Jesús en el calvario, a pesar de los noventa y cinco años transcurridos de aquel vil asesinato. Salió a relucir, no solo la forma que fue asesinado el insigne poeta santiagués, también los nombres de los homicidas.
Don Virgilio Martínez Reyna, vivió y amó la sierra con frenesí y con ilusión; sintió un cariño inmenso por San José de Las Matas, durante la tarde fresca y suave se le veía sentado en un diván carmesí imaginando unos versos a la sierra ennoblecida escritos con su pluma de oro. Sus versos estuvieron siempre entre los dioses y el mundo literario. Apreciemos y disfrutemos de un fragmento del poema «Flor de la sierra»:
Cañada arriba, dentro del bosque
donde los pinos cantan y aroman
voy paseando
bajo el arrullo de las palomas.
Pasma mis ojos.
Cuadro precioso de lindas pomas
Y en tupido rosal silvestre
un ramillete de flores rojas.
Un poeta y declamador santiagués prestó aquella noche su voz para hacernos recordar con su reconocido dramatismo poético cuan hermoso es el canto del sinsonte cuando se eleva y trasciende la azul colina para contemplar el ocaso. Lincoln López leyó unos poemas escritos por Virgilio Martínez Reyna y nos pareció estar en presencia de aquel Virgilio de la Eneida y de las Geórgicas o, tal vez nuestro Juan Llibre recitando «Aquel pañuelo blanco», con espectacular teatralidad. Disfrutemos de unos fragmentos de este magistral poema:
Aquel pañuelo blanco que me diste
la noche que, de amor, te hablé al oído
es el amigo que en la ausencia triste
mi llanto inagotable ha recogido
¿Recuerdas? Con tus lágrimas hiciste
La seda humedecer de su tejido
Y, al despedirnos, quedo, me dijiste:
«líbralo de las nieves del olvido».
Lincoln López explicó, con su bien cuidado estilo, cada sesgo de los versos de nuestro revivido Virgilio, bajo la placidez discreta de aquella noche. Oímos por primera vez recitar el poema «La violeta», sin lugar a duda, una inspiración para ella, a la esposa que buscaba y que encontró más tarde en una noche de sortilegio y de versos:
No hay flor que iguale a la adorada mía
Como esta humilde flor:
Como ella es suave, delicadas y tierna,
Como ella, huye de la luz del sol.
Cuando agrada a mi alma enamorada
mirarla en el jardín embriagador:
Siempre oculta su faz entre las otras,
Siempre ante el aura tiembla de rubor.
Si por mi pluma fuera pudiera pasarme días y noches enteras leyendo y escribiendo sobre la obra poética de don Virgilio Martínez Reyna, prefiero despedir este artículo con un poema de Dionisio López Cabral:
Los inocentes
Aman tu aliento
Las aves cantan
su eternidad