Rafael A. Escotto
En todas las épocas el tema de la madre ha sido motivo de inspiración a muchos poetas y escritores. Desde Gabriela Mistral, con su madrecita tierna, hasta Amado Nervo, allanando su verso con aquella frase tan amorosa: «yo adoro a mi madre querida», sus versos nos guían dulcemente hacia una zona de cariño y de gratitud en el que el día de las madres se torna en ocasión para rendir veneración y respeto a ese ser humano incondicional que nos ha dado todo.
Fue algo impresionante, pocas veces visto en la televisión nacional, un hijo, Eduardo Sanz Lovatón (Yayo), entrevistando, en una especie de conversatorio fascinante, con su madre doña Zaida Lovatón, en un especial que agradó hasta la emoción a un público compuesto mayormente de hijos e hijas que se sintieron cautivados con aquella sencillez de Yayo manejándose con un lenguaje prudente durante todo el trayecto del conversatorio y suponemos que también hubo muchas madres que asumieron la figura tierna, amorosa y fundamental de doña Zaida.
Pudimos notar en cada detalle, en cada gesto, en cada expresión de la madre intentando precaverse con la belleza de una sonrisa, la elegancia de su buena y educada manera de razonar y la extraordinaria distinción de aquella madre que lucía impecablemente erguida sobre su propio significado y un hijo que prefirió, frente a aquella imponente figura maternal y social, presentarse en una pose dulce en la que la sumisión pareció imperceptible, como quien quiere significar frente a su madre el paso de una majestad que hace inclinar la cabeza en señal de reverencia, de respeto y veneración.
Ni ella impuso su recia personalidad ni el hermoso decorado del escenario pareció turbar el vigor de su verbo ameno y salpicado de jocosidades; aquello fue como si estuviéramos observando a una brillante y avezada tejedora de palabras y de anécdotas ensartar historias para construir un poema de amor en el corazón de un hijo vanidoso, vanidoso no por altivez, sino por el placer y la colosal satisfacción que le resultó conversar con su madre para la televisión en un día tan particular y tan sentimental.
El hijo pareció decir, como aquel poema glorioso a la madre que ronda lo celestial como si fuera un canto de Jesús a María: «Tu voz es la melodía que guía mis pasos y en cada rincón de mi alma tu presencia siempre hallo».
Cada historia contada desde la intimidad familiar que no debía ser narrada en público que pudiera dejar al descubierto algunas intimidades de la política vernácula, la genialidad de doña Zaida la esquivó y aquellas que merecían ser comprendidas el público televidente las apreció y valoró por haberlas conocido de aquella fuente incuestionablemente protagónica.
El conversatorio entre Eduardo y su madre doña Zaida no dejó de ser correctamente disciplinado, como debe de ser cuando estamos entrevistando a mamá, quien además de aquello es abogada, con un gran linaje político, o sea, que doña Zaida, sin lugar a dudas, pertenece a una casta privilegiada de la sociedad política dominicana y, naturalmente, su hijo lleva ese mismo linaje que lo convierte en un paradigma muy importante de la política nacional, con fuerte ascendencia social y familiar con Puerto Plata y, sobre todo, en Santiago de los Caballeros.
Felicitamos a los organizadores del Especial de las madres, de manera particular a Eduardo Sanz Lovatón (Yayo), pues tanto la estructura como el diálogo de hijo a madre no pudo ser más efectista de lo que fue, estuvo grandioso. El especial fue ameno, ingenioso, repleto de historia de familia y de política y, por qué no agregarle a todo esto, que el homenaje nos ha enseñado el verdadero significado de la vida. ¡Nuestras felicitaciones!
Fuente: La Información