Rafael A. Escotto
Atravesar caminos y laderas heladas tratando de subir y pasar largos trasnoches con la mirada en alto en una especie de vigilia para descubrir en la cumbre enhiesta el mundo maravilloso de Morfeo, donde nacen los sueños y el tiempo se detiene en una distracción subliminal; en donde el otoño se torna en reflexión de invierno y los días se acortan y nos hace alzar la voz hacia lo invisible.
El sueño viene en discretavueltomente en un copo de nube alada por una suave brisa; sentado en la cima tejiendo anhelos, como el que no quiere que se acaben ni se rindan en la vastedad de mis días; Mis sueños se sumergen en un océano de melancolía.
Desde aquella cumbre erguida sobre un esplendoroso valle el horizonte se evapora en la distancia, me hace sentir que voy rumbo al sueño.
Es el poeta y novelista francomacorisano Alfredo Fernández Simó quien me torna escalera de sueños. Sin visión y sin fatiga transito por las finas y esplendorosas líneas de su poemario «Rumbo al sueño».
De pronto me veo, como Borges, en el sueño del prado y la blancura. Desde aquella altura donde Morfeo existe o no existe veo mi país andando en las arenas.
Cruzo mis brazos y de pronto pienso que los sueños pueden ser realidad, como escribiera Pedro Salinas, si el sueño no se acaba, la realidad es un sueño. Si soñamos que la piedra es la piedra eso es la piedra.
Sin embargo, Fernández Simó en ese andar literario nos proyecta otro mundo y nos hace soñar de otro modo la realidad. Nos lleva a soñar en la patria que no es vanidad ni es humo.
Fuente La Información